Por pura casualidad, un tipo que está sin trabajo, lo encuentra como chófer del dueño de una serie de cabarets de Miami que, además se dedica al contrabando. Conocerá a la esposa de su jefe y se enamora de ella, huyendo ambos a La Habana, pero no sin ser detectados. En la capital cubana, ella es asesinada en extrañas circunstancias, todas las pruebas apuntan a Scott, que compró el arma homicida horas antes en un bazar chino. La policía le detiene y cuando salen de interrogar al dueño del bazar, el presunto asesino escapa, encontrando ayuda y refugio junto a Midnight, una misteriosa mujer que le esconde en el cuartucho en que vive. Ambos emprenderán una frenética carrera para aclarar las circunstancias del crimen.
El libro tiene un desarrollo en que se deja mucho a la casualidad, algo que, por otra parte, era típico de su autor, aún así, es capaz de retratar con cierta maestría una atmósfera de fatalidad también marca de la casa. Alguien definió a Cornell Woolrich (William Irish es uno de sus seudónimos, con el que firma este libro), como el poeta de la novela negra y aquí hay algunas cosas que cuadran con ello, como el dolor que desprenden los personajes principales, víctimas de ausencias que les han dejado devastados, un asunto que no suele estar presente en este tipo de relatos. Para estos personajes, el día en que empiezan a amar a alguien es el día en que empiezan a perderlo, y la herida permanece abierta toda la vida.
Gran parte de la acción se desarrolla en el Barrio Chino de La Habana, lo que permite múltiples capas de exotismo, un lugar en el que Scotty se siente extranjero, ya que ni habla ni entiende el español, él no es el típico héroe de novela y será su eventual compañera de fatigas, Midnight, quien vaya desarrollando el plan que logre sacar a Scott de su papel de culpable.
Es una novela más bien corta, con un ritmo de narración rápido y una soberbia descripción de los lugares en que se desarrolla: tugurios, calles estrechas y oscuras, casas medio ruinosas, y su autor consigue que el misterio de cómo se va a resolver cada una de las peligrosas situaciones en que se halla envuelto el protagonista, te haga interesarte para saber cómo acaba todo aquello.
Fue llevada al cine por Arthur Ripley en una película de 1946 que aquí se tituló Acosados.
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