Creo percibir que algunos de los lectores de la novela, se acercan a ella pensando que es un thriller, dejándose llevar de algunas reseñas, incluída la de la propia editorial, pero no es este el especial aliciente del libro, es más, en mi opinión, la parte que pueda tener de misterio o de novela de intriga, no es lo más logrado de la obra.
Los Caín es sobre todo una inmersión en el mundo rural de España representado en el imaginario pueblo de Somino, pretendidamente ubicado en un lugar cualquiera de la Castilla esteparia y, aunque por pistas que nos va dejando el autor sabemos que estamos en los 60 0 70 del pasado siglo, no queda tan lejos de la realidad actual.
La visión que nos pinta es la que tiene un maestro que, desde Madrid, llega a su primer destino a este lugar que se presenta como un mundo encerrado en sí mismo, con sus gentes cargadas de prejuicios y con algo oscuro de su pasado enquistado en esta sociedad aislada, desconfiada y hasta peligrosa para quien llega de fuera, que se ahoga en las envidias y resentimientos de unos contra otros, seres divididos a los que solamente consigue unir su prevención contra todo lo que llega de fuera.
Enrique confiesa en las entrevistas concedidas tras la publicación que bebe de los clásicos contemporáneos castellanos y especialmente de Delibes o Martín Gaite entre otros y que alienta una especial preocupación por el lenguaje y la recuperación de léxicos y palabras en desuso o directamente olvidadas que formaron parte de este mundo rural.
Más que retratar, pienso que el joven autor zamorano, en esta su primera novela, traza una caricatura de la llamada España negra. En los pueblos pequeños la prevención contra lo que viene de fuera, convive con el deseo de mostrarse atentos, incluso amables con el forastero. En este Somino ideado por Enrique Llamas, todo es negativo, las gentes son cerradas, el ambiente malsano y su habitantes parece que no tienen mejor cosa que hacer que causar daño al vecino. En los pueblos, al lado de envidias y rencillas que, en ocasiones causan desgracias irreparables, incluso dan lugar a crímenes horrendos, hay un ambiente de solidaridad entre convecinos que se ayudan cuando lo necesitan, aunque poco antes hayan estado murmurando de aquel al que ahora echan una mano, eso es típico de cualquier sociedad cerrada. Pero aquí, en este pueblo que tiene algo de distópico, todo es negativo, sus lugareños se muestran insolidarios y solamente se unen para acorralar al foráneo hasta conseguir que se marche.
El libro está bien escrito, se nota preocupación por el lenguaje en su autor que quizá tiene un problema con las explicaciones, en ocasiones exhaustivas, sobre todo con los vocablos moribundos que emplea en ocasiones y en lugar de dejar que el lector sobreentienda por el contexto lo que es una buchina, por ejemplo, da explicaciones sobre el significado del vocablo que resultan reiterativas. Claro que esto es una opinión muy personal, seguro que habrá muchos lectores que están encantados con que les guíen y les den todo frito y migado.
Enrique acaba de publicar su segundo libro hace breves fechas y aún tiene mucho camino por delante y ocasión de ir puliendo su estilo en este complicado mundo de la literatura en el que ya ha dado sus primeros pasos, los más difíciles por las dificultades que tiene la publicación de una primera novela, así que esperemos que todo le vaya fenomenal una vez conseguido el objetivo de asomarse a los escaparates de las librerías y con buenas críticas en general.
La novela recibió el premio Memorial Silverio Cañada 2018 al mejor debut de novela negra, que entrega la Semana Negra de Gijón.
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