En un pueblo de los Alpes franceses, la obsesión de un hombre, que acaba de huír de su casa abandonando a su esposa, con una chaqueta de ante, le lleva a gastarse una buena cantidad de dinero, además de fingir ser cineasta e incluso hacer alguna cosa mucho peor, supuestamente influído por la extraña prenda que parece tener vida propia.
Con decir que es una película curiosa, creo que nos quedamos cortos a la hora de calificar el último film del controvertido realizador francés Quentin Dupieux, que también escribió el guión del film y estuvo al frente de la dirección fotográfica y, creo que también del montaje.
Para más de uno de los que han visto el film, resulta una historia ridícula, la de este hombre que se propone, supuestamente influído por su chaqueta de piel de ciervo, acabar con todas las chaquetas del mundo y, en muchos casos, con quienes las llevan puestas.
Claro que aquí es donde entran en juego las interpretaciones, una de ellas es que el film es una crítica al arte en sí mismo y a algunos artistas, partiendo de una sencilla premisa: ¿Es cineasta quien a través de una cámara graba imágenes? ¿Soy yo un escritor por el simple hecho de que escribo en este blog?
En principio, la respuesta sería negativa, pero estamos rodeados de personas, de gente que por tener una cuenta de youtube y publicar en ella, se creen un Tarantino en ciernes o de quienes escriben un blog y se ven como un futuro ganador del Planeta. No hablemos ya de la pandilla de influencers y otros seres que por ahí pululan que, aparte de sus opiniones o comentarios, están convencidos del peso de su palabra y nos dejan perlas por doquier, pensando que un día, lo que han dicho, formará parte de antologías de frases y dichos célebres y se ven al lado de Wilde, Esopo, Gómez de la Serna, Chesterton y compañía.
Y es que en el film vemos a un tipo que con una cámara digital, se dedica a grabar las tonterías que está haciendo y se hace pasar por cineasta, poniéndose en manos de una aficionada a la edición de imágenes y se lo llega a creer.
Esta podría ser una interpretación del mensaje de Dupieux, aunque habrá otras supongo. Asunto aparte es si lo que hace merece la pena o es una boutade del realizador galo que, como de costumbre, se sale de los cánones habituales del cine comercial en un film con unas cuantas notas de humor muy negro, una banda sonora a base de temas ya existentes que tiene cierto atractivo y la actuación espléndida del oscarizado Jean Dujardin, en cuya interpretación se apoya casi toda la película.
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