jueves, 29 de octubre de 2020

SINÓNIMOS (SYNONYMES)

 


En París, las cosas no comienzan bien para Yoav (Tom Mercier), un joven israelí que llega a la capital francesa con grandes expectativas, decidido a deshacerse de su nacionalidad lo más rápido posible. Para él, ser israelí es como un tumor que debe ser extirpado. Convertirse en francés, por otra parte, simplemente significaría su salvación. Para borrar sus orígenes, Yoav primero decide no hablar una sola palabra de hebreo. El diccionario se convierte en su mejor compañero. Las visitas a la embajada israelí le molestan. Pero el proceso también tiene sus trampas y la joven pareja francesa de la que se hace amigo tiene algunas ideas bastante extrañas sobre cómo ayudarlo.


Basada en las experiencias de la vida real del director y coguionista Nadav Lapid, que se mudó a París a finales de los 90, tras acabar su servicio militar en Israel (como el protagonista), impulsado por sus tres ídolos: Napoleón, Godard y Zidane, el film explora el ámbito conflictivo del nacionalismo ferviente y los desafíos de echar raíces en una tierra extranjera.
Con algunas cosas que recuerdan a la Nouvelle Vague y más concretamente a Godard (no es que lo que diga yo, es que así lo reconoce Lapid), el film nos traslada una crítica ácida, al tiempo que impregnada de cierto regusto poético, sobre la inmigración y también sobre lo que el propio escritor y cineasta israelí considera que supone la identidad judía en los momentos actuales.
Con una narración aparentemente desordenada pero que responde a una cuidada planificación, mezclando secuencias tomadas con cámara en mano y otras con la cámara estática, quizá uno de sus mayores problemas para llegar al gran público, es la concepción intelectual de su discurso que obliga a seguir con mucha atención su desarrollo y a tratar de descubrir lo que el autor nos está queriendo transmitir con sus imágenes y diálogos, pues a veces resulta algo densa y difícil de interpretar.


La película suponía el regreso de Nadav Lapid a la gran pantalla tras la celebrada La profesora de parvulario (2014) y fue galardonada con el Oso Oro en el Festival de Berlín de 2019. 
Me han llamado la atención un par de cosas, por una lado, la excelente interpretación de su protagonista y, por otro, que se haya financiado, en parte, con dinero público a pesar de ser un film nada complaciente, tanto con Francia como con Israel como naciones y que haya podido ser considerada por algunos sectores como un mensaje duro y radical. A pesar de ello, como digo, se ve que ha sido rodada con gran libertad. Otra cosa es si consigue hacer llegar su mensaje contra la hipocresía de una sociedad que se enorgullece de valores como la razón, la igualdad o la democracia, mientras explota a la comunidad inmigrante, carente de verdaderas oportunidades de prosperar.




2 comentarios:

  1. ¿De verdad te parece "densa y difícil de interpretar"? Yo creo, más bien, que tiene mucho de provocación, de incordiar a las mentes biempensantes. A fin de cuentas, no deja de ser la película de alguien que reniega de sus orígenes.

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    1. Eso es lo que pretende el film, en efecto, pero yo tardé en entender sobre todo la parte de decepción que encuentra el protagonista.

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