Ramona (María Vázquez), una mujer de cuarenta años, vive sumida en un contexto laboral y personal tenso y precario en un pueblo de la costa gallega. Hace malabarismos con múltiples trabajos para mantenerse a flote y proporcionar un futuro mejor a su hija Estrella (Soraya Luaces). Pero cuando la joven está preparada para tomar su propio camino, Ramona se da cuenta de que, por primera vez, puede hacer algo por sí misma.
Para dibujar al personaje protagonista, el gallego Álvaro Gago Díaz, realizador y guionista del film, nos presenta a una especie de choni madura, gritona y malhablada, con la que resulta complicado socializar. Una mujer que se rebela en su trabajo cuando se siente explotada y que es una especie de líder entre sus compañeras, pero que, sin embargo, se muestra incapaz de poner orden en su propia casa y en su propia vida.
Nos muestra también el contrapunto de su personalidad, lo que se esconde debajo de esta amargura a que la ha llevado su perra vida, sobre todo lo vemos en su relación con el anciano al que acompaña, en esa casa, en ese ambiente, en el que también realiza las tareas domésticas, se transforma en un ser casi complaciente, como lo es en el barco en el que faena ocasionalmente y en el que se la trata como a una igual.
Sin embargo yo no se si esta parte de su personalidad llega al espectador con la misma fuerza que la primera que la convierte en un personaje bastante antipático, al menos hasta que se acerca el desenlace.
Drama social con un envoltorio costumbrista (vemos a Ramona pelando patatas, preparando la comida, haciendo la colada...) y una imponente interpretación de María Vázquez a la que sigue la cámara de manera constante.
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