jueves, 31 de mayo de 2018

LA PROFESORA DE PARVULARIO

Nira (Sarit Larry) es maestra, una mujer enamorada de su trabajo y una vida agradable y convencional, típica de clase media. Tiene un hijo en el ejército, una hija en la escuela secundaria y un esposo que la quiere (Lior Raz) y que trabaja como ingeniero aeronáutico para el gobierno. Como pasatiempo, o tal vez como vehículo de ambiciones inexpresadas y deseos frustrados, asiste a un taller de poesía con otros poetas aficionados. Un buen día es testigo de un sorprendente acto de creación, cuando uno de sus alumnos, un niño angelical y de ojos soñadores, de apenas cinco años, llamado Yoav (Avi Shnaidman) espera a que vengan a recogerle al final de la jornada escolar. "Tengo un poema", anuncia y recita unas breves y elípticas estrofas de amor, caminando de un lado a otro mientras su profesora escribe sus palabras en un cuaderno. Nira está sorprendida e intrigada. Al principio, como cualquier maestro concienzudo, se muestra solícita y alentadora. Siempre es bueno reconocer y celebrar lo que es especial en un niño. El poeta en ciernes es, en muchos aspectos, un niño perfectamente normal, que juega y dice alguna palabrota con su mejor amigo, se entretiene en la arena del parque y muestra las mismas inquietudes que cualquier niño de su edad. Es posible leer signos de inteligencia inusual en sus expresiones, pero su característica más destacado es una cara que parece creada para invitar a los pellizcos de una abuela. Pero Nira, una veterana con 20 años de experiencia en clases de parvulitos, es inmune a su ternura. Él actúa en serio en su compañía porque eso es lo que ella espera y también tal vez porque está un poco confundido por su atención. Ella lo despierta de su siesta y lo lleva afuera bajo la lluvia, con la esperanza de estimular su creatividad, reemplaza a la niñera y pasa más y más tiempo con él fuera de la escuela. Le hace participar en una especie de recital de poesía y a partir de ahí, las cosas se vuelven realmente extrañas.


Peculiar y arriesgada propuesta que en los festivales en que se presentó (entre ellos el de Sevilla, en el que obtuvo el Giraldillo de Plata), despertó opiniones encontradas, desde quienes ven en ella un interesante intento de innovación, hasta quienes la tachan de aburrida.
El israelí Nadav Lapid, guionista y realizador del film, nos acerca una película que, desde luego es atípica, con un montaje en apariencia descuidado y algunos movimientos de cámara poco usuales, con todo ello quiere aparentar una sensación de cercanía al espectador y de espontaneidad que remarca con algunos primeros planos de los actores y con el rodaje de escenas que reflejan actos cotidianos.
Todo ello rodado con pausa, incluso con demasiada pausa.


Sin embargo, quizá lo mejor de la película son los dos personajes alrededor de los que se mueve toda la trama, la profesora, que en todo momento nos parece alguien muy cercano, independientemente de que lo que hace nos parezca extraño, incluso inexplicable, y la entrañable figura del niño, una delicia de crío y que, además, lo hace muy bien.
Después están las conclusiones que uno extraiga de lo que está viendo, si es que extrae alguna o simplemente, como les ocurrirá a algunos, pueda parecernos que aquello es un ejercicio filmográfico sin pies ni cabeza y con un final que, la verdad, es un poco embarullado y decepcionante, aunque tiene un puntito de humor negro que a mí me resultó muy gracioso, aunque no se si el realizador pretendía esto.
De cualquier manera, para quien piense que la historia es increíble, señalar que Lapid echa mano de una experiencia personal, pues a los siete años escribía poemas, aunque no los publicó, los metió en un cajón y no quiso saber nada más del asunto. Creo haber leído en alguna parte que las poesías que inventa el niño en el film, están tomadas de las que Lapid escribió en su infancia.




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