lunes, 12 de noviembre de 2018

UN CRIMEN POR HORA

Un día en la vida del inspector de Scotland Yard George Gideon (Jack Hawkins), concretamente el 17 de mayo de 1957.
Gideon es un hombre capaz de hacer frente y resolver multitud de casos, pero que compra arenque en lugar del salmón fresco que le ha pedido su esposa; no encuentra lugar para aparcar; olvida las entradas del concierto y siempre anda de un lado para otro.
Basada en "El día de Gideon", la primera de las numerosas novelas que con este personaje, escribió el británico emigrado a Hollywood, John Creasey bajo el seudónimo de J.J. Marric.
Los distintos casos permiten acercarse a la labor de Gideon desde un triple punto de vista: el de la práctica del trabajo policial (inspección ocular del lugar de los hechos, indagaciones sobre los sospechosos, detenciones, interrogatorios, recopilación de pruebas…), el de la deducción detectivesca propiamente dicha, más cercana a la novela, y el de las relaciones entre Gideon y sus compañeros y subordinados, plagados de diálogos impagables en los que sale a la luz atisbos de humor británico, aderezado además con la socarronería de John Ford.
Gideon es una especie de héroe de a pie que cada día ha de vérselas con cosas que los demás pueden permitirse pasar por alto. Además está su vida familiar, como hemos visto tantas veces en tantos films, complicada por el hecho de tener que separar lo privado de lo profesional, pero a la vez, saber conjugar ambos.


A pesar de su modestia, es una de las películas más ambiciosas y personales de Ford. Se le veía encantado con un reparto formado íntegramente por actores ingleses, sobre todo con Jack Hawkins a quien Ford, quizá excesivo en el halago, llamó "el mejor actor dramático con el que he trabajado".
Así, John Ford elabora un producto típicamente británico, en el fondo y en la forma, que podría pasar perfectamente por una obra salida de una productora de las islas, pero con un acercamiento específicamente fordiano, en el que los tópicos británicos, humorísticos o no, sirven a sus temas y a sus intereses.
Lo cierto es que, efectivamente, parece más un divertimento del maestro que otra cosa, como alguien dijo, es como si le hubiera apetecido hacer una película de policías y ladrones y hubiera hecho este film que resulta correcto, pero sin más profundidad. A base de una acción en la que no hay tregua, de modo que incluso se llega a hacer agobiante en ciertos momentos cuando emplea recursos como el las conversaciones en los dos teléfonos que tiene el protagonista en su despacho, quiere hacernos ver el día a día de este hombre al que no dejan ni comer, ni descansar, ni siquiera tomarse una cerveza con tranquilidad.
Muy entretenida, con muchos momentos humorísticos y algún que otro detalle en el que Ford nos deja su sello particular.




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