martes, 19 de septiembre de 2017

NUNCA ES TARDE PARA MORIR

Nickolái, Louis, Harry, Johann y Travis, cinco personas que rebasan los sesenta, amigos desde hace años, fueron agentes de los servicios secretos de sus respectivos países y se reúnen de cuando en cuando para jugar al póker y ponerse al día de sus vidas.
Louis conoce a una joven cuya belleza y sus llamativos ojos verdes consiguen cautivarle, se llama Kayden Fox y cambiará totalmente su vida y la de sus compañeros metiéndoles en una espiral de intriga, violencia y asesinatos. Uno a uno, los cinco amigos irán desapareciendo de forma aparentemente explicable, pero si se araña un poco la superficie, se encuentran extrañas coincidencias que traerán de cabeza a la teniente Marian Bennet y a su ayudante Christian Willocks.
Estamos ante una átipica novela negra escrita, por momentos a ritmo trepidante, en otros, no tanto, pues hay pasajes que se hacen un tanto lentos y monótonos. El argumento es muy interesante y atractivo y se ve que el autor, Pablo Palazuelo, se ha documentado mucho y bien en bastantes campos, pero he de decir que, en ocasiones peca de exceso de información al lector, al menos en la manera en que nos la transmite. Ejemplo: Se ve que Palazuelo, bien por conocerla directamente, bien por ese gran trabajo documental a que hacía referencia, domina la geografía neoyorkina, ciudad en la que transcurre la intriga, pero cuando habla de que uno de los protagonistas se va a tomar una copa, comienza diciendo algo así como pensó en ir a tal o cual local (y cita cinco o seis), pero al final se decidió por dirigirse al... (no recuerdo el nombre del elegido, ni maldita falta que me hace). Vamos a ver, estimado Pablo, ya hemos visto que dominas, que sabes mucho y que te conoces todos los after hours de Nueva York, pero la cosa queda como si quisieras decirnos "Mira cuánto sé". Creo que así no se escribe, a mí no se me ocurre decir "no subí al cuarto, ni al quinto, ni al sexto. Subí al segundo piso". De estas cosas tiene varias y a veces se enreda y su estilo se hace un poco cansino. Además cuando nos relata un partido de baloncesto callejero, en el que uno de los abueletes juega con unos chicos de la calle, dice: "el árbitro lanza el balón al aire y fulanito (no sé quién de ellos era), gana el salto y sale botando con el balón a la canasta contraria". En el salto entre dos de baloncesto, ninguno de los que salta se queda con el balón, lo palmea a un compañero, lo que me hace pensar que con otras informaciones que nos de, puede estar cometiendo errores parecidos, pero como yo no domino esas materias, me las estoy tragando por buenas.
En fin, un buen argumento, interesante, bien documentado, pero demasiado larga, con golpes de efecto rebuscados, haciendo ir a los personajes por donde le conviene para que los acontecimientos cuadren, con mucho gore (qué afición por las amputaciones y cosas parecidas) y me parece que ha estirado mucho la historia que al final, se hace un poco pesada, aparte de que abusa un poco de esas típicas escenas, que tanto nos rechinan, sobre todo en algunos films, en los que víctima y verdugo dialogan interminablemente, tanto que te hacen exclamar ¡Pero vas a disparar, o estás esperando a que llegue el séptimo de caballería! Y, claro, con tanta cháchara, a los buenos les da tiempo a llegar al rescate.
Entretenida, pero demasiado larga y un poquito pesada.



2 comentarios:

  1. Muy buena la parte final: con eso de que siempre llegan los buenos; ahora el séptimo de caballería no acabó muy bien.

    Salud Trecce.

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    1. Es que a mi me ponen enfermo estos diálogos interminables entre el que tiene la pistola y el que está en el punto de mira. Que si vas a morir, que si reza lo que sabes... en fin que esto no ocurre en la realidad, creo yo.

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