lunes, 4 de septiembre de 2017

EL JARDINERO FIEL

En un remoto lugar al norte de Kenya, aparece brutalmente asesinada Tessa Quayle (Rachel Weisz), activista de los derechos humanos y casada con un diplomático británico. Un médico local que la acompañaba ha huido y todo parece apuntar hacia un crimen pasional, ya que se sospecha que este hombre era amante de la fallecida. Algunos miembros del Alto Comisionado Británico están convencidos de que el viudo de Tessa, el apacible y poco ambicioso Justin Quayle (Ralph Fiennes) dejará el asunto en sus manos, pero están muy equivocados. El equilibrio emocional del diplomático ha basculado al perder a la mujer a la que tanto amaba. Eran dos seres opuestos que se atraían mutuamente y disfrutaban de un feliz matrimonio. Los recuerdos de esa unión empujan a Justin a tomar una decisión por primera vez en su vida personal y profesional. Perseguido por los remordimientos y herido por los rumores de las supuestas infidelidades de su esposa, Justin se sorprende a sí mismo lanzándose a una peligrosa odisea y decidido a limpiar el buen nombre de su mujer y concluír lo que ella comenzó. Para conseguirlo, debe aprender a marchas forzadas cómo funciona la industria farmacéutica, ya que Tessa estaba a punto de descubrir un escándalo, y viajará por dos continentes en busca de la verdad. No tardará en darse cuenta de la existencia de una conspiración, que se ha cobrado la vida de inocentes y pondrá la suya en peligro.


El guión se basa en una novela del conocido escritor John Le Carré.


Estupendas actuaciones, un guión sólido y una historia interesante y bien contada son las bases sobre las que se asienta el film que obtuvo parabienes de crítica y público. Una parte de la historia está contada por medio de flashbacks, ya que la protagonista femenina muere a poco de comenzar el film. Un ejercicio difícil en el que se trata de eludir contar demasiado para que se mantenga el suspense por lo que ocurrió de verdad, pero al tiempo desvelar lo suficiente para que la narración pueda ir avanzado.
Esta es la historia de un amor entre dos personas bien distintas, ella una activista proderechos humanos inquieta y sin pelos en la lengua, de esas que puede sacar de sus casillas a propios y extraños, a unos porque parece incansable y eso acaba agotando a quienes están a su lado y a los otros porque son incómodas las personas que te cantan las verdades y encima razonan sus críticas con argumentos demoledores. Él, un hombre tranquilo, sin aparentes ambiciones y con una única pasión que cuadra con su manera de ser sosegada y casi anodina: las plantas.
¿Por qué dos personas así se atraen y son aparentemente felices? Seguramente es eso de que los polos opuestos se atraen, él profesa una cierta admiración por una persona tan vehemente y apasionada por sus ideas y principios; ella encuentra seguridad, estabilidad y reposo en su modo de ser apacible. Justin descubrirá la verdadera dimensión del amor de su esposa, precisamente cuando ella ya no está, a través de la huella que ha dejado y de los descubrimientos que va haciendo que le revelan a esa mujer valiente y comprometida que ya intuía.
Magnífica mezcla de relato romántico original y fuera de los estereotipos del género y thriller político que podría haberse centrado en la denuncia del narcotráfico, del petróleo, de la venta de armas, o de cualquiera de los mercados en los que occidente explota al mundo en desarrollo. Lo hace con una crítica demoledora a la industria farmacéutica, pendiente de los dividendos y a cuyos accionistas, la salud del prójimo les importa un bledo si no obtienen beneficios. Su disculpa de siempre para justificar el precio de los medicamentos es la inversión en I+D, algo que aquí se pone en tela de juicio, porque nunca hablan de las imponentes campañas promocionales, los sobornos y de esos inmensos beneficios, de los que no interesa hablar.


Y junto a ello, el retrato de una tierra maltratada, con una esperanza de vida que no llega a la mitad de la de los países desarrollados, sumida en la pobreza y la desesperanza a merced de gobernantes corruptos y multinacionales crueles. La crítica se extiende, por supuesto, a los países occidentales, en este caso Gran Bretaña, sobre todo, pero podría ser cualquier otro, y a sus llamadas diplomacias que, en la actualidad son, sobre todo, agencias en busca de contratos ventajosos y de mantener sus áreas de influencia económica por medios no siempre transparentes.
Con todo lo que se quiera tacharla de comercial, el aldabonazo a las conciencias queda ahí.
Estupenda película, bien narrada y que le queda a uno ese poso de que todos y cada uno somos culpables de lo que ocurre en el tercer mundo, en la medida en que nos subimos al carro de nuestro mundo lleno de comodidades. Como dijo el director del film, Fernando Meirelles refiriéndose a Kenia, país en el que transcurre la acción y en el que se rodó gran parte del film: Cuando un británico dice que un país es pobre, eso es una cosa, pero cuando un brasileño como yo lo dice, bueno, eso es otra cosa ... ¿Y qué de su futuro ?, cuando pienso que uno de cada seis kenianos es VIH positivo y no sólo el VIH, la hepatitis, la tuberculosis y todo tipo de enfermedades en todo África ... es aterrador, es difícil tener esperanza para el futuro y, sin embargo, debemos hacerlo.




2 comentarios:

  1. Una magnífica adaptación de una buena novela.... sin que sirva de precedente, en este caso me gustó más la peli que el libro original y el libro es muy bueno.

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