Esta peculiar mujer neozelandesa, había nacido en Wellington en 1888, en el seno de una familia de clase media de origen colonial, aunque gran parte de su vida trancurrió en Europa, después de haberse trasladado a Londres para estudiar en Oxford, en el Queen's College. Allí conocería al gran amor de su vida, Ida Baker, novia, amante, confidente, paño de lágrimas y, en los últimos años de su vida, su enfermera.
La escritora nos habla de un mundo en el que viven personajes que se sienten solos, seguramente porque son diferentes, o porque piensan distinto a los demás, pero sus angustias nos las transmite de una manera suave, sin estridencias, incluso a veces, da la sensación de que podría haber sido mucho más crítica en los mensajes que nos envía entre líneas, pero es como si no deseara ser demasiado agresiva, sino simplemente enfrentar la felicidad de unos con la desdicha de otros.
Las historias están muy bien combinadas con descripciones del entorno y situaciones cotidianas, muchas veces simples y humildes, es una maestra a la hora de traernos estas pequeñas cosas que conforman nuestro día a día, los títulos de alguno de los relatos, lo dicen todo: "El canario", "La mosca", "Sopla el viento"...
Breves, amenos, fáciles de leer y muy interesantes.
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