El 28 de julio de 1914, estalla la I Guerra Mundial, la Gran Guerra, como sería conocida. Pocos días después, el 4 de agosto, el ejército alemán abrió el que se conocería como frente occidental, tras invadir Bélgica y Luxemburgo; ese mismo mes, el frente quedaría estabilizado gracias al despliegue de las divisiones británicas y las tropas de reserva francesas y así continuó hasta prácticamente el final del conflicto, en esa guerra de trincheras que ha pasado a la historia y que supuso la muerte de miles de combatientes.
Ese el contexto en el que se desarrolla el film, una unidad escocesa, otra francesa y, enfrente, otra alemana, se disputan los alrededores del una granja, en algún lugar del norte de Francia cercano a la frontera. Las respectivas artillerías someten a un continuo castigo las posiciones de unos y otros y, de vez en cuando, se producen intentos de asalto que se saldan con unos cuantos muertos y sin lograr avance alguno.
Cuando llega la Navidad, desde las trincheras alemanas, uno de los soldados comienza un cántico tradicional que es aplaudido desde las filas francesas, mientras los escoceses acompañan con la música de sus gaitas.
El guión se basa en algunos relatos que narran cómo en aquella Navidad de 1914, se produjeron, en distintos lugares del frente, actos de confraternización entre contendientes que, llegadas aquellas fechas festivas, olvidaron por unos momentos sus diferencias, para dar una oportunidad a la paz y la concordia.
Con una cuidada puesta en escena, el francés Christian Carion, nos acerca esta coproducción en la que participaron Francia, Alemania, Bélgica y Rumanía, que tuvo mucho éxito en Francia, donde alcanzó varios premios y obtuvo la nominación a los Oscars como mejor film de habla no inglesa.
El realizador nos ofrece un retrato de lo que era la vida en las trincheras que a mí me ha resultado un tanto artificial, con algunos buenos planos generales de la zona de nadie plagada de cadáveres, que aunque logrados técnicamente, no consiguen desprenderse del aroma a decorado que tiene el entorno de la película.
El film gira alrededor de una serie de personajes, tres de ellos son tenientes, el francés Audebert (Guillaume Canet), el alemán Horstmayer (Daniel Brühl) y el escocés Gordon (Alex Ferns), además de Palmer (Gary Lewis), un cura escocés que acompaña como camillero a las tropas; el soldado alemán Nikolaus Sprink (Benno Fürmann), cantante de ópera en la vida civil; Ponchel (Danny Boon), asistente del teniente Audebert y Jonathan (Steven Robertson), joven escocés, que ha perdido a su hermano en el frente y que es la persona que no comparte el espíritu de confraternización general. A ellos habría que unir el personaje de Anna Sörensen (Diane Krüger), la soprano danesa amante de Sprink. Alrededor de sus historias, se va tejiendo la del conjunto que culmina cuando los soldados salen de sus trincheras y confraternizan con el enemigo, intercambiando regalos, pero también opiniones, todos ellos son hombres que fueron allí a combatir por su patria, pero se han dado cuenta de que el romanticismo de las guerras es una entelequia y que los que mejor comprenden su situación, son precisamente aquellos que están al otro lado de las trincheras, como dice el teniente Audebert cuando habla con su padre, general del ejército francés: Vd. está en otra guerra, los soldados alemanes están en la misma guerra que yo.
La banda sonora, de Philippe Rombi, combina versiones de temas navideños con otros instrumentales y corales de gran belleza, alcanzado momentos de gran emotividad, cuando se interpretan temas como Stille Nacht, heilige Nacht (Noche de paz) o la conocida canción escocesa Auld Lang Syne, a ritmo de gaita.
Las voces de Diane Krüger y Benno Fürmann, a la hora de cantar, son puestas por la soprano Natalie Dessay y el tenor Rolando Villazón.
El film, deudor de clásicos como Sin novedad en el frente o Senderos de Gloria, no sólo por la ambientación y su temática, claramente antibelicista, sino por la crítica a los mandos, alejados de las necesidades de la tropa e indiferentes a sus penalidades, sin embargo escoge un camino diferente para contarnos su historia a medio camino entre lo surrealista y el cuento pasteloso, pero lo llamativo del asunto es que por más increíble o infantil que nos parezca lo que estamos viendo, ocurrió y fue más o menos como nos lo relatan, bien que aquí se reunen historias dispersas como si hubieran sucedido todas en el mismo lugar y tiempo y es que, si nos paramos a pensarlo, ¿hay algo más surrealista que una guerra?
Aquellas confraternizaciones entre enemigos se dieron en la Navidad del primer año de conflicto, las autoridades militares tomaron buena nota del asunto, represaliaron a los participantes y se encargaron de quedar claro que el enemigo está para matarlo y no para otra cosa. No se volvieron a repetir.
Por desgracia, la versión que he podido ver está doblada al castellano, una lástima no haber encontrado ningún DVD con la versión original, en la que los personajes hablan en inglés, francés, alemán y latín. Hay varias escenas, cuando los soldados confraternizan, que pierden buena parte de su encanto, porque todos están doblados y lo bueno sería haberlos oído a cada cual en su lengua, tratando de entenderse por signos y señas o emitiendo expresiones en el idioma del otro con acento macarrónico, eso me lo he perdido y lo siento.
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