
Porque, la verdad sea dicha, la película como tal, tampoco es que me haya llamado nunca la atención de forma especial.
Si nos ponemos a diseccionarla, claro que podemos encontrar mensajes, un montón de ellos, casi todos girando alrededor de la superficialidad de la vida de cierta clase social, aburrida de la vida misma, viviendo en el lujo y la molicie, como apartada del mundo real, preocupada sólo por llevar un bonito sombrero o porque no se le noten mucho las ojeras de la noche anterior.

La novela de Capote, tampoco acabó de dar con la fórmula que enganchara con el lector y eso se nota en el guión de la peli, no acaba de convencernos la historia que se nos cuenta que, por momentos, nos llega a parecer una auténtica tontería, con un George Peppard poco convincente, un Mickey Rooney al que le toca un papel patético que podría suprimirse perfectamente y nuestra aportación patria: José Luis de Vilallonga, haciendo de guapo latino, interpretándose a sí mismo, podríamos decir.

Y esta es la magia del cine, que nos puede llegar a fascinar con una película que no es nada del otro jueves, pero que tiene a uno de los rostros más atractivos del celuloide, el de la mujer cuya sofisticada belleza es todo un icono, vestida por Givenchy y envuelta en una banda sonora obra de Henry Mancini, con una canción que se ha convertido en un mito.

La Holly novelesca de T, Capote era calculadora y con pocos escrúpulos, un poco como su autor (también bisexual). La novela tiene un mayor calado dramático, que en la peli queda diluido ( la época, primeros años 60). En mi caso me pongo la canción cuando estoy tristón y mantengo a la Hepburn como una de las chicas más guapas de la historia del cine. Un saludo
ResponderEliminarDe cualquier modo hay que ponerse en la época y algo que ahora no choca tanto, en aquel momento fue rompedor y un adelantarse a su tiempo, me refiero a la independencia de la protagonista, una chica que se va solita de fiesta en fiesta y colecciona amantes.
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