martes, 9 de marzo de 2010

DESAYUNO CON DIAMANTES

Nunca he visto este "Desayuno en Tiffanys" como una película, sino como una suma de Blake Edwars, Truman Capote, Henry Mancini, Audrey Hepburn, José Luis de Vilallonga y Moon River.
Porque, la verdad sea dicha, la película como tal, tampoco es que me haya llamado nunca la atención de forma especial.
Si nos ponemos a diseccionarla, claro que podemos encontrar mensajes, un montón de ellos, casi todos girando alrededor de la superficialidad de la vida de cierta clase social, aburrida de la vida misma, viviendo en el lujo y la molicie, como apartada del mundo real, preocupada sólo por llevar un bonito sombrero o porque no se le noten mucho las ojeras de la noche anterior.
Ese es el mundo del que aspiran a formar parte los personajes que encarnan Audrey Hepburn y George Peppard. Dos personas que viven despreocupadas y felices, pero sólo en apariciencia, porque la realidad nos enseña que están más solos que un náufrago en una isla desierta, desarraigados, perdidos e insatisfechos, porque saben que la vida a la que aspiran no les va a dar más que un consuelo engañoso y mientras tanto no les queda otra que prostituírse al dinero, que es una manera de prostitución que no está tan mal vista como otras.
La novela de Capote, tampoco acabó de dar con la fórmula que enganchara con el lector y eso se nota en el guión de la peli, no acaba de convencernos la historia que se nos cuenta que, por momentos, nos llega a parecer una auténtica tontería, con un George Peppard poco convincente, un Mickey Rooney al que le toca un papel patético que podría suprimirse perfectamente y nuestra aportación patria: José Luis de Vilallonga, haciendo de guapo latino, interpretándose a sí mismo, podríamos decir.
Blake Edwards nos regala algunos de los mejores planos tomados nunca a la Hepburn y en general se desenvuelve con cierta maestría a lo largo del film.
Y esta es la magia del cine, que nos puede llegar a fascinar con una película que no es nada del otro jueves, pero que tiene a uno de los rostros más atractivos del celuloide, el de la mujer cuya sofisticada belleza es todo un icono, vestida por Givenchy y envuelta en una banda sonora obra de Henry Mancini, con una canción que se ha convertido en un mito.





2 comentarios:

  1. La Holly novelesca de T, Capote era calculadora y con pocos escrúpulos, un poco como su autor (también bisexual). La novela tiene un mayor calado dramático, que en la peli queda diluido ( la época, primeros años 60). En mi caso me pongo la canción cuando estoy tristón y mantengo a la Hepburn como una de las chicas más guapas de la historia del cine. Un saludo

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  2. De cualquier modo hay que ponerse en la época y algo que ahora no choca tanto, en aquel momento fue rompedor y un adelantarse a su tiempo, me refiero a la independencia de la protagonista, una chica que se va solita de fiesta en fiesta y colecciona amantes.

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