miércoles, 14 de mayo de 2014

EL NUEVO MUNDO

En 1607, llegan a las costas de Virginia tres navios, el Susan Constant, el Godspeed y el Discovery; a bordo de ellos 104 personas dispuestas a fundar una nueva colonia que sirva de base a las posteriores expediciones que buscarán abrir otra vía para la ruta de las especias creyendo que tras las elevaciones que se ven desde la costa está el océano Pacífico.
Sus contactos con los nativos están rodeados de precauciones y pequeños malentendidos, pero en una de estas ocasiones, debido a la diferencia de costumbres, abren fuego contra ellos, perdiendo su favor.
El capitán John Smith (Colin Farrell), es enviado río arriba, a parlamentar con ellos para tratar de restablecer las quebradas relaciones. Los indios apresan a Smith y cuando van a acabar con él, la hija menor del jefe de la tribu, implora a su padre que le perdone la vida.
Smith y la joven (Q'orianka Kilcher) se sienten atraídos, ella le promete amor eterno y serle fiel, pero él se debate entre la inclinación que siente hacia la muchacha y sus deberes como soldado. Al final, decidirá seguir las órdenes que recibe para que vaya a explorar nuevos territorios pidiendo a uno de sus hombres que comunique a la chica que ha perecido en un naufragio.


La película recrea la llegada de colonos británicos a Norteamérica y la fundación de lo que posteriormente sería la ciudad de Jamestown, el encuentro de dos culturas que poco o nada tenían que ver, y todas las dificultades que la diversidad de intereses acarreó.
Ambientada con detalle, su realizador, Terrence Malick, había guardado la idea durante veinte años, hasta que encontró el momento de llevarla a la pantalla.


Malick, autor también del guión, realiza un tremendo trabajo de documentación que le permite cuidar los detalles al milímetro. La reconstrucción histórica está hecha con todo lujo de detalles, pero también respetando lo que pudo haber sido la realidad del momento y de los hechos, huyendo de visiones interesadas o reduccionistas. Por ejemplo, los colonos son pintados como lo que debían ser, por lo que se desprende de los relatos de la época, pícaros, gente de baja extracción, socialmente peligrosos, muchos de ellos huyendo de un pasado complicado, cuando no tenían cuentas pendientes con la justicia; la futura ciudad, de momento una débil empalizada, es presentada en toda su miseria, como una cloaca hedionda donde las muertes por inanición se suceden a un ritmo vertiginoso, y donde los habitantes se preocupan más por buscar oro que por hallar un sustento a sus vidas. Malick no escatima en detalles a la hora de mostrar el caos y la ruindad imperantes, dando cuenta incluso de episodios de canibalismo.


Con todo, el principal interés de Malick, no es la recreación histórica, aunque, como queda dicho, la cuide con detalle, sino contarnos cómo unos europeos descubren el paraíso en la tierra y cómo unos nativos americanos, pierden la inocencia, porque a la postre esto es, muy resumido, lo que trajo el choque de las dos culturas.
Los indios powhatan, los habitantes de la zona a la que llegan los colonos, viven en comunión con la naturaleza y son presentados como unas criaturas sin maldad, que no conocen la envidia ni saben lo que es la propiedad, mientras que los colonizadores son crueles, egoístas, sediciosos y rapaces.
No está de más recordar que Malick, durante su época de estudiante de Filosofía en Harvard y en el Magdalen College de Oxford, comenzó una tesis sobre Martin Heidegger, que dejó inconclusa por desavenencias con su tutor, y las ideas de Heidegger, enlazan con esta Arcadia feliz, esta vuelta al mundo de la infancia, el mundo en el que viven los indígenas que será contaminado por los recién llegados. La princesa powhatan le propone al capitán inglés, que se fugue con ella dejándolo todo atrás, para vivir al abrigo del bosque.


El realizador elige una forma de narrativa elíptica, cargada de símbolos, para conducir al espectador por el camino que desea compartir con él, con multitud de detalles que el espectador poco avisado, o el que a poco de empezar ya está aburrido de la película, se perderá, cayendo en una espiral de disconformidad con la narración; así el sutil cortejo entre ambos protagonistas, libre de malas interpretaciones, casi infantil; o la graciosa anécdota del indígena que decide embarcarse rumbo a Londres, por orden del jefe de la tribu, para “buscar a ese Dios del que tanto hablan”, y al que rastrea por lugares tan insospechados como las vidrieras del Palacio donde se celebra la recepción real o los jardines colindantes.


En la banda sonora, pueden oírse la composiciones originales de James Horner, junto a fragmentos de Wagner o Mozart y, por supuesto, los silencios, que en las películas de Malick muchas veces dicen más que los sonidos, rotos por el canto de los pájaros, el murmullo del agua o el soplar de la brisa.
Y las tremendas imágenes, el preciosismo visual buscado en esas horas brujas para el camarógrafo como son la salida y la puesta de sol, esos planos tan de Malick, cuyo ojo, que es el nuestro, puede estar minutos contemplando el vuelo de las aves o el mecerse de la hierba al compás del leve soplo.
Para sacar partido de todo eso, siempre le gustó rodearse de los mejores fotógrafos, aquí el mexicano Emmanuel Lubezki, toma la plaza que ocuparon en anteriores films John Toll y Néstor Almendros.


Malick hace un ejercicio en el que pone el lenguaje cinematográfico al servicio de la historia, buscando nuevas formas de expresión artística.
En palabras de Colin Farrell, Malick sólo tiene que mencionar un proyecto y los actores acuden en tropel. Ni siquiera hace falta leerse el guión porque la pureza de todas y cada una de sus películas es más que suficiente. Terry es como un sabio, tiene la sabiduría de muchos más años de los que lleva viviendo en este planeta, además de una gentileza asombrosa y una ferocidad increíble a la vez. Es un poeta.




6 comentarios:

  1. Mira que me gusta poco el Colin Farrel... pero esta película me gustó... Malick es complicado, muy complicado, pero la obra coral se le da bien... ¡Muy buena entrada Trecce!!
    AlmaLeonor

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    1. Yo soy más de Christian Bale y en esta peli, su papel es mucho más corto, pero me parece más profundo y mejor interpretado. De cualquier modo, ya sabes que eso va en gustos.
      Gracias, Alma.

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  2. Tendrá detalles muy originales, pero eso de que uno se enamora de la hija del jefe de los rivales está muy visto. Al menos esta vez se trata de la hija menor y no de la heredera.

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  3. Le tengo mucho cariño a esta peli. Grandísima fotografía, estupenda bso y un tratamiento ejemplar de los personajes y sus sentimientos. Superior.

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    1. Yo he de reconocer que no puedo ser imparcial con Terrence Malick. Mira que algunos le acusan de que no sabe narrar y que lo esconde bajo esos planos tan maravillosos, cuando lo que yo pienso es que su forma de narrar es diferente, donde la cámara y lo visual, prima sobre el lenguaje hablado.

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