Henry James definió este relato como un "jeu d'esprit". En El eco se anticipa un cuadro internacional típicamente jamesiano: Un rico viudo norteamericano alojado en un hotel de París junto a sus dos hijas, una de ellas prometida a un joven de una familia de cierta alcurnia. Disparidades de cultura, modales, sinceridad y aspiraciones, tendrán que ser delicadamente vencidas para consolidar el compromiso entre los dos jóvenes antes de que el voraz periodismo se inmiscuya dispuesto a airear "todo lo que es privado y espantoso".
El ingrediente que sazona este contexto se llama frivolidad. Lo frívolo es lo que busca George Flack, un periodista de sucesos siempre tras la noticia más escandalosa, a costa, incluso, de poner en juego el amor de la bella Francie Dosson. Para quitarle la joven al apuesto Gaston Provert, Flack publica una serie de injurias sobre la familia Provert, quienes finalmente deben huir para evitar las acusaciones y comentarios de la alcurnia parisina. En este caso la realidad no sólo ha sido seleccionada bajo un criterio personal, sino que fue exagerada de tal forma que en absoluto tiene que ver con lo real. El jamesiano tratamiento de lo frívolo nos demuestra cómo una versión de la realidad pasa a ser “la” realidad. Henry James fue el primero en interesarse por el mundo del tráfico de intimidades –tráfico que hoy superpuebla los medios– incluso mucho antes que los paparazzi fellinianos, aquellos deudores de nuestro pionero Flack.
En El eco –una obra de ficción–, Flack le dice a Francie “Intento darle a la gente lo que quiere. Lo que quiere la gente es justo lo que no se cuenta, y yo voy a contarlo”. Lo dijo hace ciento diez años, pero parece sacado de un manual actual de muchas de nuestras publicaciones, o de alguna cadena televisiva sin escrúpulos de esas que cada día se cuela en nuestras casas.
Efectivamente James tenía mucha razón lo frívolo vende.
ResponderEliminarSe autojustifican con aquello de que le dan al público lo que pide.
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