El barco Estrella de David, llega a las costas de Chipre donde sus 600 pasajeros son conducidos por las autoridades británicas a un campo de refugiados en el que se unirán a cientos de hermanos de raza que esperan poder continúar viaje a Palestina. Los británicos tienen allí bloqueados a los judíos, pues no desean que lleguen a su destino para evitar conflictos con la población árabe.
El comandante de la organización sionista Hagana, Ari Ben Canaan (Paul Newman) llega clandestinamente a Chipre con la misión de embarcar a los del Estrella de David en un destartalado barco mercante que será rebautizado como Exodus. Quiere conseguir que lleguen a Palestina y de este modo acaparar la atención de la prensa internacional sobre la situación de los judíos a los que se impide arribar a lo que ellos consideran su patria. Además, esperan presionar a los diversos paises que, en breve, van a votar en la ONU una resolución sobre la partición del territorio palestino entre árabes y judíos.
El guión está basado en un best seller del escritor León Uris que había trabajado como corresponsal de prensa durante el conflicto del Golfo en 1956.
Tanto la novela como el posterior guión presentan notables cambios de lo que fue la realidad en la que se basan. Uris se inspira en el viaje por aguas del Mediterráneo del barco Exodus que, en realidad, transportaba más de 4.000 judíos y que nunca consiguió llegar a lo que hoy es territorio israelí. Por su parte, el guión de la película, suaviza bastante la historia que plantea la novela que, para muchos, no es sino un panfleto pro sionista.
Si ya he comentado en alguna ocasión que hay films que son historia más que por lo que cuentan, por cómo lo cuentan, este creo que es uno de ellos. Quizá a quienes no conozcan con detalle la gestación de lo que llegó a ser Israel, se les escapen muchas de las claves que convierten a esta película en un documento de lo que fueron esas claves, de cómo se fue desarrollando todo aquello y de lo que estaba ocurriendo en el momento en que la novela fue escrita y el posterior rodaje de la película.
A las generaciones más jóvenes les puede resultar increíble que en aquellos lejanos años 40 y 50, ser pro israelí era un signo de progresía para muchas élites intelectuales, algunas son las mismas que ahora se dejan ver con la kufiyya palestina. Pero así fue, pues occidente en general aún estaba saliendo de la Segunda Gran Guerra y de las secuelas de ésta, la menor de las cuáles no era precisamente el Holocausto, así que no es de extrañar que este pueblo que había sido tratado de manera tan cruel, despertara simpatías por doquier. Simpatías que estaban comenzando a ser cuestionadas porque la tortilla comenzaba a darse la vuelta en los terriorios palestinos, donde los antiguos torturados estaban aplicando métodos nada edificantes.
Ese fue el momento en el que la novela de León Uris vio la luz (1958) y la posterior película llegó a las pantallas (1960), en lo que algunos interpretaron como un esfuerzo de propaganda para mejorar la imagen judía en el resto del mundo, apelando al sufrimiento que este pueblo había soportado durante siglos. Hay una frase puesta en boca de uno de los activistas del Irgun que resume bastante bien el espíritu del film: Después de lo que hemos sufrido, ya es hora de que les toque sufrir a otros.
En la película se ven algunas de las cosas que ocurrían en Palestina en aquellos finales de los 40, principios de los 50; está bastante bien retratada la vida en los kibbutzs, así como las actividades terroristas del Irgun que culminaron en el atentado del Hotel Rey David, que también se refleja en la película, con decenas de muertos y que supuso la salida de los británicos de territorio palestino.
Otras muchas de las cosas que se nos cuentan están acomodadas a los intereses sionistas y por algunas se pasa como de puntillas, pero para el lector (en el caso de la novela) y, sobre todo para el espectador (en el de la peli) avezado, se intuyen muchas de las claves de este conflicto que aún arrastramos y (por lo que se ve y ojalá me equivoque) vamos a estar sufriendo durante mucho tiempo.
La película, obviando el asunto político-ideológico, es de una buena factura técnica y con interpretaciones bastante apreciables, pero sobre todo es un gran thriller que se hace emocionante por momentos y prueba es que su larga duración no hace demasiada mella en el espectador.
Interesante la introducción de la historia de amor entre Newman y la enfermera americana interpretada por Eva Marie Saint, que sirve para exponer el punto de vista norteamericano sobre la situación que fue pasando desde la incomprensión, incluso la oposición a los judíos a contemplar con simpatía y comprensión la lucha sionista que, en algunos pasajes, se equipara a la lucha por la independencia norteamericana de manera subliminal.
El guión fue encargado a Dalton Trumbo que, al contrario de lo que había sucedido en otros films en los que participó bajo seudónimo, aquí firmó con su nombre, algo que llevó a Kirk Douglas a hacer público que también estaba escribiendo el guión de Espartaco. Trumbo estaba entre los represaliados del macartismo y esta revelación supuso el principio del fin de la lista negra.
Además de algunas buenas escenas, a mí lo que más me gusta de la película es la excelente partitura de Ernest Gold y los sensacionales títulos de crédito de todo un clásico, Saúl Bass.
Vista hoy día, a muchos les puede parecer desfasada, pero traten de analizar muchos de sus diálogos y escenas que pretenden justificar las acciones de la llamada lucha armada (léase terrorismo) y que hoy, con el paso de los años y la perspectiva que nos da la Historia, pueden volverse por pasiva y son perfectamente intercambiables con los pensamientos que pueden tener los activistas (terroristas) palestinos.
Si que nos dan muchas pistas sobre la causa del conflicto palestino. Buena crítica.
ResponderEliminarLa verdad es que da mucho más de si analizarla en el contexto del tiempo en el que se rodó que hacerlo sin tener en cuenta ese condicionante.
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