martes, 17 de diciembre de 2019

ZARAGOZA

Gabriel de Araceli parte en una cuerda de presos hacia Francia, a donde le conducen sus captores, logrando escapar entre Lerma y Cogollos, junto a otros tres presos y desviándose hacia Zaragoza, donde se alista para participar en la defensa de la capital aragonesa en el que será su segundo sitio por las tropas de Napoleón.
Junto a los aspectos bélicos que resaltan el heroísmo irracional de los zaragozanos, se desarrolla la historia paralela de los amores entre Agustín Montoria y Mariquilla Candiola. Agustín y Gabriel llegan a hacerse muy amigos, además de ser compañeros de armas y avatares. Agustín, a pesar de tener el sacerdocio como destino, por ser el segundo varón de la casa, está completamente enamorado de Mariquilla, la hija de don Jerónimo Candiola, un hombre que es detestado por toda la ciudad debido a su fama de avaro y usurero y por negar su ayuda económica para sustentar las necesidades de los combatientes españoles, por lo que se le llega a acusar incluso de traidor. La historia se complica, además, por la fuerte enemistad entre Candiola y don José Montoria, los padres de Mariquilla y Agustín respectivamente.
Mezclados con los personajes ficticios, como es habitual en las novelas de Galdós, encontramos a los personajes históricos, encabezados por José de Palafox, que comanda las tropas que defienden la ciudad, sus asesores, el padre Basilio Boggiero, de origen italiano y el presbítero Santiago Sas. También aparece Manuela Sancho, una de las heroínas de los sitios de Zaragoza.
No puedo sustraerme a reproducir uno de los párrafos que aparecen en el antepenúltimo capítulo del libro y que en algunos aspectos, me recuerda desagradables situaciones actuales:

...España, despreciada injustamente en el Congreso de Viena, desacreditada con razón por sus continuas guerras civiles, sus malos gobiernos, su desorden, sus bancarrotas más o menos declaradas, sus inmorales partidos, sus extravagancias, sus toros y sus pronunciamientos, no se ha visto nunca, después de 1808, puesta en duda la continuidad de su nacionalidad; y aún hoy mismo, cuando parece hemos llegado al último grado del envilecimiento, con más motivos que Polonia para ser repartida, nadie se atreve a intentar la conquista de esta casa de locos. Hombres de poco seso, o sin ninguno en ocasiones, los españoles darán mil caídas hoy como siempre, tropezando y levantándose, en la lucha de sus vicios ingénitos, de las cualidades eminentes que aún conservan, y de las que adquieren lentamente con las ideas que les envía Europa Central. Grandes subidas y bajadas, grandes asombros y sorpresas, aparentes muertes y resurrecciones prodigiosas, reserva la Providencia a esta gente, porque su destino es poder vivir en la agitación como la salamandra en el fuego; pero su permanencia nacional está y estará siempre asegurada.



4 comentarios:

  1. ¿Sepuede añadir algo más al párrafo de Pérez Galdós?...Creo que luego de tres siglos...NADA MÁS

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  2. y nosotros tenemos en nuestros genes un 50% de eso jaja, así nos va también en Argentina!

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