martes, 31 de diciembre de 2019

GERONA

En esta ocasión, el personaje central de esta primera serie de diez episodios, Gabriel Araceli, cede la palabra y el protagonismo a su amigo Andresillo Marijuán, que será quien nos guíe por las peripecias del Segundo Sitio que sufrió la ciudad catalana de Gerona.
Personajes históricos como el gobernador de la plaza, uno de los héroes de la Guerra de la Independencia, D. Mariano Álvarez de Castro, o Rodulfo Marshall, un irlandés que había venido a España sin que nadie le llamara, para unirse a quienes estaban plantando cara al ejército que asolaba Europa, abandonando su numerosa familia y cuantioso patrimonio, nombrado aquí coronel y agregado al Regimiento Ultonia, que regó con su sangre los escombros de la brecha en la defensa de la muralla de Santa Lucía, entregando su vida en defensa de la causa, incluso, en el capítulo final, ya en Cádiz, aparece un viajero inglés a quien la criada de la condesa Amaranta se empeña en galantear, un tipo de aspecto tristón aquejado de evidente cojera, a ratos amable y fino, a ratos sarcástico y sombrío, llamado Lord Byron, se entremezclan con los personajes ficticios creados por Galdós, que tratan de ser un reflejo de los sufridos habitantes de Gerona que padecieron todo tipo de miserias, la menor de las cuales era la muerte, a causa del cerco a que estaban sometidos y de la determinación de no rendir la plaza.
Entre ellos encontramos al médico D. Pablo Nomdedeu, a su hija Josefina, aquejada de un terrible trauma causado por las impresiones que le produjo el Primer Sitio, la joven huérfana Siseta, que queda al cargo de sus hermanitos Gasparó, Badoret y Manalet y con quien pretende casarse Andresillo, llevándolos con él, si logran sobrevivir, a su tierra, la Almunia de doña Godina, donde posee unas pocas cepas y algunos olivos.
Escenas que reproducen las privaciones que hubieron de sufrir los bravos gerundenses, que acabaron comiendo trozos de cuero y corcho frito y se vieron aquejados, además de por el hambre, por las enfermedades provocadas por los cadáveres insepultos y la falta de salubridad.
Una historia épica en la que acompañamos a soldados y paisanos en la feroz y, a la postre, inútil defensa de la ciudad frente a las mejoras tropas de continente que aquí se toparon, una vez más, con la fe inquebrantable y el arrojo casi enfermizo de miles de ciudadanos anónimos que estaban dispuestos a dar su vida antes de rendirse.



2 comentarios:

  1. Que falta nos hacía un Benito Pérez Galdós, para narrar las peripecias que tienen que aguantar los catalanes de bien, sitiados por los que se empeñan en romper España, amparados, claro está, por el tartufo este que nos gobierna. Saludos

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    1. ¡Quién nos iba a decir que llegaríamos donde nos encontramos!

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