Muchos retratos en uno. Aunque aparentemente la historia es bien simple, me refiero a que está contada de un modo en el que todo lo entendemos y no queda lugar a interpretaciones, ni hay mensajes "sólo para inteligentes", cuando empezamos a diseccionar la película, nos damos cuenta de la cantidad de cosas que encierra y de que la sencillez y la simpleza (en el buen sentido del término), se deben a la maestría de Hitchcock, a su dominio del lenguaje cinematográfico y a su exquisita planificación (algo tan característico en él), que dan lugar a que, una vez ensambladas, las partes del todo formen un conjunto en el que nada está dejado al azar. Solamente la gente que sabe, más o menos, cómo se rueda una película, o mejor, cómo se rodaba en aquel entonces (1943), puede apreciar el gran trabajo que supone tener en la cabeza lo que va ser el resultado final.
Hitchcock hace un maravilloso retrato de la vida diaria en una ciudad pequeña de los EE.UU. Es cierto que la casa en que se rodó, era una casa de verdad, pero la peli está rodada casi íntegramente en estudios, exteriores incluídos. Sin embargo, la sensación que tenemos es que estamos participando, más que asistiendo, a la rutina de lo cotidiano. Las tareas domésticas, la oficina bancaria, el trayecto por las calles, con guardia dirigiendo el tráfico... Y, sin embargo, la tranquila urbe, esconde, tras las fachadas de sus casas de familias de clase media, un montón de secretos. Una maravillosa ambientación que, a veces pasa desapercibida, porque en lugar de estar contada, se nos transmite la sensación de estar participando en ella.
Desde el primer instante del film, se nos deja claro que el tío Charlie (Joseph Cotten) está metido en algún asunto turbio, aquí no se juega al falso culpable sino, en todo caso, al falso inocente.
A partir de ahí, el director va sembrando de pistas el sendero: El periódico, la sortija..., que acentúan el estado de tensión del espectador, ante el "riesgo" que corre el protagonista de ser descubierto.
Otro de los retratos es el del propio protagonista, a quien se nos presenta como un mentiroso, cosa que queda clara a partir del viaje en tren, para reunirse con la familia de su hermana. Durante el viaje hace creer a todos que está muy enfermo, hasta que se apea del mismo y "milagrosamente" es un tipo de lo más sanote.
El tío Charlie es uno de esos seres encantadores, ingenioso, ocurrente, bien vestido, con magnífica planta, triunfador en los negocios que le reportan pingües beneficios, detallista y atento, vamos la alegría de la casa, que tiene camelados a quienes conviven con él. Otra cosa es lo que no se ve, que se nos va desvelando a lo largo de la trama.
Los dos actores protagonistas, tanto Cotten, como Teresa Wrigth, están maravillosos en sus interpretaciones, al igual que alguno de los secundarios, los padres de ella (Henry Travers y Patricia Collinge) y el amigo del padre y vecino de la familia, Herbig (Hume Cronyn), que sirve para dar el contrapunto humorístico que no puede faltar en cualquier peli de Hitchcock.
Magnífica la fotografía , con algunas escenas, como la de la biblioteca, en la que los juegos de sombras son sencillamente espectaculares.
La música es del gran Dimitri Tiomkim, con la inclusión repetida de fragmentos del vals "La viuda alegre", de Franz Lehar.
El guión, junto a la esposa de Hitch, Alma Reville y Sally Benson, corre a cargo de un superclase, Thorton Wilder.
Quizá de las cosas que menos me gustan de esta película, es el final, con unas secuencias demasiado previsibles y poco imaginativas, simplotas y como forzadas, de las que yo, particularmente, salvo el plano final, cuando cae a las vías y se ve venir de frente otro tren.
Magnífica administración del suspense y la tensión que este desencadena en el espectador, para un resultado brillante. Hitchcock, nos lleva a su terreno y, sin que nos demos cuenta, nos mantiene en vilo hasta el final, aunque ya nos ha contado todo, es decir, hace eso que tan bien se le da y por lo que ha pasado a la historia del cine.
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