viernes, 20 de agosto de 2010

PÁNICO EN LA ESCENA

Hasta la saciedad queda dicho, pero no me cansaré de repetirlo, porque es una realidad de lo más evidente: Cuando uno ve a Hitchcock, siempre espera un plus, ese algo diferente que le hace estar en lo alto de la escalera, por encima de tantos otros. Eso ocurre con muchos artistas de todo tipo que, en ocasiones, no voy a decir que nos defraudan, pero nos quedamos esperando el toque de genialidad, la peli acaba y no ha llegado el tan ansiado momento.
También va en estados de ánimos, lo reconozco, hay veces que un pequeño detalle te vale para dar por bueno el rato que has estado contemplando aquello; otras veces no es así, tal vez está uno más exigente que de costumbre.
En cualquier caso, esto sólo ocurre con los genios. Cualquier peli de Hitchcock (bueno, casi cualquiera), podía haber puesto en órbita a otros directores de quienes apenas se acuerda nadie, pero esa misma película, es considerada de segunda cuando la dirige uno de los grandes.




"Pánico en la escena" no pasará a la historia entre las mejores obras del director inglés, pero él siempre nos deja algo, aunque "sólo" sea que la peli es técnicamente irreprochable, algo que cuando la historia no acaba de llenarnos, a veces nos pasa desapercibido, pero el cine es algo más que guión.


En este caso, como en tantos otros, la planificación, la puesta en escena, la definición de los carácteres de los personajes, la iluminación, los encuadres, el ritmo narrativo, los diálogos... Todo ello, como digo, impecable.
Hitchcock aprovecha su regreso a Inglaterra para irnos dejando postales de su querido Londres. Con las secuelas de la guerra aún visibles y bien remarcadas por el director, mediante edificios derruídos, nos irá mostrando algunos de los lugares emblemáticos de la ciudad.


Hay cosas que a uno se le pueden escapar, depende de qué es lo que te llame más la atención. A mí, por señalar algo de las varias cosas que se podrían apuntar, hay dos detalles que me llamaron poderosamente la atención. Mucho se ha hablado de la "debilidad" de Hitch por mostrar avances técnicos de su tiempo en las escenas de sus pelis, en esta, se permite el lujo de dedicar todo un primer plano a un cristal de seguridad de la ventanilla de un automóvil.
Y todo el tiempo de la película que dedica a enseñarnos los entresijos del teatro, los camerinos, las bambalinas, las tramoyas, los ensayos... Todo un homenaje al mundo de la escena.
Añadiría una tercera, ese maravilloso plano que se reproduce en la foto de más abajo. Una maravilla de composición.


Las dos actrices protagonistas, al parecer tuvieron sus celillos, por mejor decir Jane Wyman (hay que recordar que venía de recoger el Óscar por su interpretación en "Belinda"), los tuvo de Marlene Dietrich, pues aunque esta le sacaba unos añitos, salía más favorecida que ella. Marlene está muy bien en su papel, el que mejor se le daba: Altiva, distante, fría, manipuladora y con los hombres humillados a sus píes. Y la futura Angela Channing televisiva, no está menos acertada en su interpretación de la chica discreta, inteligente y buena persona que va a salvar por iniciativa propia al amigo del que está secretamente enamorada.


La historia, en algunos puntos, resulta poco creíble y Hitchcock da demasiadas vueltas de tuerca a la hora de ofrecernos información manipulada. Sin embargo, el final, hace que demos por bueno, o que nos olvidemos del resto. Un final, por cierto, que en su momento fue objeto de críticas y que sin embargo hoy es de lo más reconocido de la película. Un caso más (y van...) de que alguien, en este caso Mr. Alfred, tal vez se adelantó a su tiempo.




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