Nada más morir su padre, Sal Paradise (Sam Riley), un neoyorkino aspirante a escritor, conoce a Dean Moriarty (Garrett Hedlund), un ex-convicto de un encanto arrollador y casado con la súper liberada y seductora Marylou (Kristen Stewart). Sal y Dean se hacen amigos al instante. Determinados a no vivir una vida encorsetada, los dos amigos lo dejan todo y comienzan un viaje por carretera junto a Marylou. Sedientos de libertad, los tres jóvenes salen rumbo al sur en busca de nuevos encuentros y de ellos mismos.
La muerte del padre, supone para Sal una fuerte sacudida y además se encuentra desanimado porque considera que su carrera como escritor, está estancada, con lo que se embarca en esta gira buscando la inspiración que le falta y que le haga salir del atolladero en que se encuentra.
Al viajar juntos por el suroeste de Estados Unidos, se esfuerzan por romper con la conformidad y buscar lo desconocido, y sus decisiones cambian el curso de sus vidas. A ello contribuirán no poco los variopintos personajes con que se van encontrando, cada uno dejará algo de sí en los jóvenes viajeros.
La película quiere ser un reflejo de una generación que quiso cambiar el mundo en la que Kerouac (Sam Riley) estuvo acompañado por Allen Ginsberg (Tom Sturridge), Neal Cassady (Garrett Hedlund) o William Burroughs (Viggo Mortensen).
El guión se basa en la novela homónima de Jack Kerouac, que nos sitúa a finales de los años 40 y comienzos de los 50 para relatarnos un periodo de la literatura estadounidense muy particular: la aparición de la Generación Beat, un movimiento que se caracteriza por el rechazo de los valores clásicos estadounidenses, típicos de la burguesía, a los que opone la reivindicación de la libertad sexual, el uso de drogas y sustancias estimulantes y el estudio de la filosofía oriental; una forma de entender la vida que dejó un poso indudable en el movimiento hippie o contracultural. De hecho, el libro fue una obra de culto a partir de los 60.
Cincuenta años tardó en llevarse a la pantalla la novela de Kerouac, cuando muchos la estaban esperando y los intentos por llevar a cabo la tarea fueron incesantes. Cuando se produce algo así, te invita a pensar que algo ocurre y que la adaptación no debe ser sencilla.
Al final el brasileño Walter Salles recibe el encargo de hacer la película. Francis Ford Coppola, enamorado de la novela, cuyos derechos había comprado 40 años atrás, será el productor ejecutivo.
Pero el resultado es bastante decepcionante, nada del acercamiento a las filosofías orientales; la integración racial apenas representada por unas cuantas sesiones de jazz a las que acuden los protagonistas, que parecen un grupo de drogadictos inmaduros, aunque alguna vez tengan ramalazos intelectuales, y así sucesivamente, en una adaptación sin alma y en la que quien no haya leído la novela, no alcanza a explicarse cómo ésta tiene tanta fama si es parecida al peñazo que está presenciando.
El viaje trata de ser representado por bellas imágenes, muy bien fotografiadas, observadas a través de los cristales del automóvil y siempre en movimiento, lo que llega a hartarte un poco.
Una película bastante aburrida y que te deja con la boca abierta, pero no de admiración precisamente.
Es que una movie road dirigida por una brasileño era lanzarse al desastre.
ResponderEliminarHabía dirigido "Diarios de motocicleta", sobre el viaje de Che Guevara y su amigo Alberto Granado por Sudamérica. Una película con buenas críticas y que fue el motivo principal por el que Coppola le encargó dirigir esta.
EliminarPero aquí no estuvo a la altura, en mi opinión.