Roger (Aksel Hennie) es un hombre que parece que lo tiene todo: es el headhunters (cazatalentos) más exitoso de Noruega, está casado con Diana (Synnøve Macody Lund), la bella propietaria de una galería de arte, posee una magnífica casa, pero lleva un tren de vida que no puede permitirse. Para conseguir esos ingresos que precisa, se dedica a robar obras de arte.
En la galería, su mujer le presenta a Clas Greve (Nikolaj Coster-Waldau), que no sólo es el candidato perfecto para el cargo de consejero delegado de la compañía para la que Roger está en ese momento trabajando como cazatalentos, sino que además posee una pintura de gran valor. Roger ve por fin la oportunidad de lograr la independencia financiera.
Roger Brown se nos presenta como un afortunado ladrón de guante blanco con una doble vida, pero lo que no espera Brown cuando irrumpe en casa de Greve para robarle ese cuadro que le solucionará los problemas económicos el resto de su vida, es que este último también está jugando un doble juego, en el que, como irá descubriendo, Roger tiene asignado un importante papel, muy a su pesar.
A partir de este momento, comenzará una especie de cacería en que cada cual deberá hacer uso de su ingenio y dotes para la supervivencia, ya que la vida de más de uno está sobre el tapete en una partida que no admite abandonos una vez se ha ingresado en el tablero.
Basada en la novela del mismo título del noruego Jo Nesbø, un libro del que se han vendido miles de ejemplares en todo el mundo y que le ha valido a su autor, junto a la serie del detective Harry Hole, ser considerado como uno de los maestros de la novela policiaca actual.
Como curiosidad, reseñar que Nesbø, fue vocalista y guitarra del grupo noruego de pop rock Di Derre, fundado en 1992 y del que también formó parte su hermano Knut , fallecido en 2013.
El gran mérito de Morten Tyldum y de los guionistas del film, es haber sabido adaptar la excelente novela de Nesbø. En ella estaba todo lo que vemos en el film, los giros que va tomando la historia que logran traer de cabeza al espectador; la acción trepidante; el ritmo vivo que va tomando la narración a partir de determinado momento, que no deja un segundo de respiro y que logra tapar los amaños de que se vale el autor de la novela y, por ende, el realizador del film, para que transcurra por donde le conviene, de manera que cuando vemos algo que nos llama la atención por poco creíble o demasiado rebuscado, no nos da tiempo a reflexionar sobre el presumible engaño, porque ya estamos metidos de lleno en la secuencia siguiente que nos obliga a olvidar lo anterior. Es una especie de juego de prestidigitación en que el mago nos va llevando por donde quiere hacerlo y aunque las trampas, algunas veces son más que evidentes, el resultado es tan sorprendente que todo lo perdonamos en beneficio del espectáculo y más cuando observamos la habilidad con que va encajando las piezas que ha ido diseminando a lo largo del metraje, desde el mismo inicio, para, finalmente, mostrar en toda su esplendidez el puzzle que tan hábilmente ha construído.
Si a todo ello le añadimos unas buenas interpretaciones y sus dosis de humor negro, nos encontramos ante una película recomendable para pasar un rato entretenido con una historia que se puede colocar entre lo mejor del neonoir de los últimos años.
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