viernes, 25 de septiembre de 2015

MARTÍN FIERRO

Martín Fierro (Alfredo Alcón), trabaja en su rancho cuidando su ganado y disfrutando de la compañía de sus dos hijos y de su esposa.
Hallándose en una pulquería tomando unos tragos y rasgueando la guitarra, se presenta un grupo de soldados, para hacer una leva en nombre del gobierno y llevarse hombres para la guerra que se está librando en la frontera contra los indios. Uno de los elegidos para partir es Martín Fierro que, al parecer tiene alguna cuenta pendiente con el responsable del reclutamiento, que no atiende a razones de que Martín está casado y tiene hijos a los que mantener.
Cuando llega al fortín en el que van a servir, se da cuenta de que los indios aparecen y desaparecen cuando les viene en gana y roban las cosechas y los caballos, sin que el ejército intervenga, mientras la tropa es empleada trabajando las chacras o levantando edificios en provecho de los oficiales corruptos que, no contentos con tener mano de obra gratis, también escamotean su paga a los soldados, quedándose con un dinero que nunca llega a sus destinatarios.
Cuando lleva años sirviendo en la frontera, sin haber cobrado un peso, decide desertar y regresar con los suyos. Al llegar a su casa, se encuentra con cuatro paredes, todo abandonado y sin rastro de su esposa e hijos.


El guión se basa en el poema narrativo del mismo título escrito por José Hernández, en el que se narran la andanzas del gaucho Martín Fierro, como prototipo de hombre pacífico e independiente, pero que se rebela contra las injusticias a las que es sometido por los poderosos.
Con un reparto en el que hay actores muy conocidos de la escena argentina (Lautaro Murua, Alfredo Alcón, Graciela Borges, Mª Aurelia Bisutti, Walter Vidarte...), cuenta con un brillante trabajo fotográfico y una banda sonora firmada por Ariel Ramírez, que se apoya en ritmos folclóricos.


En 1968, Argentina estaba en plena dictadura del general Onganía. Muchos intelectuales habían emigrado ante las duras represiones que hubieron de sufrir y las difíciles condiciones que atravesaba el país, con un régimen de libertades restringido. Quienes optaron por quedarse, se dedicaron a sortear como podían el largo e implacable brazo de la censura.
Torre Nilsson, después de algunos trabajos en los años 40 y 50 que habían despertado el aplauso de las vanguardias europeas, se busca la vida como puede, dadas las circunstancias que hemos expuesto y se refugia en este trabajo, la obra literaria nacional por excelencia del país andino, de la que sale airoso, a mi manera de ver, tomándose con calma las descripciones y acompañando los épicos versos de Hernández con las imágenes del paisaje pampino abierto, duro, agreste y hermoso.
Peor le iría con la mediocre El Santo de la espada, sobre la vida del general San Martín.
De cualquier modo, una buena manera de acercarse al poema de José Hernández y al mítico personaje de su protagonista, cuyo devenir sigue el guión casi al pie de la letra.




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