PRESUNTO INOCENTE

 

Rusty Sabich (Harrison Ford), un prestigioso abogado que trabaja en la oficina del fiscal del distrito es acusado de la violación y muerte de Carolyn Polhemus (Greta Scacchi), una colega con la que mantuvo una tórrida relación extramatrimonial. A pesar de que se declara inocente, parece que todas las pruebas evidencian su culpabilidad.

El guión adapta el superventas del mismo título del escritor y abogado estadounidense Scott Turow, una obra no tan sencilla de trasladar a la pantalla por los matices que aporta la novela, con un caso de asesinato que tiene muchos hilos, mucha evidencia forense de tipo clínico, muchos personajes secundarios interrelacionados y una historia relativamente intrincada para resumirla en dos horas de película.

Entre el juicio y las estrategias de defensa y acusación y el misterio por saber quien es realmente el culpable de la muerte de Carolyn Polhemus, asistimos a un relato que toma algunos de los clichés de este tipo de films, aunque procurando que las cosas hallen su explicación al final sorteando habilmente las trampas en el guión que vemos algunas veces. Es precisamente ese final, con un giro sorprendente, al que se dirige toda la construcción del relato y su argumentario sobre las dificultades que, en ocasiones, tienen los jurados y los jueces para hallar un culpable y conseguir que este pague por sus actos cuando las pruebas no están claras o la truculencia de las situaciones oscurecen la verdad. Un film entretenido que opta por aclarar todo al final con pelos y señales, cuando podría haber sugerido qué es lo que realmente ocurrió. Tanto crítica como espectadores debaten si esos diez minutos finales quizá sobran en esta película en la que destaca la interpretación de Raúl Juliá.