Ferdinand Griffon (Jean-Paul Belmondo), casado con una acaudalada italiana, ha sido despedido recientemente del canal de televisión en el que trabajaba. Su esposa lo obliga a ir a una fiesta en casa de su influyente padre, quien quiere presentarle a un potencial empleador. El hermano de su esposa ha llevado como niñera a su sobrina Marianne Renoir (Anna Karina) para que cuide al hijo de la pareja. Sintiéndose aburrido en la fiesta burguesa, Ferdinand toma prestado el auto de su cuñado para irse a casa, donde encuentra a Marianne, quien fue su amante hace cinco años e insiste en llamarlo Pierrot, y se ofrece a llevarla a casa. Pasan la noche juntos y él se entera de que ella está involucrada en el contrabando de armas. Ferdinand decide dejar atrás París y su familia y emprender un loco viaje a ninguna parte junto a Marianne.
Según algunos, película que supuso un punto de inflexión en la carrera de Jean-Luc Godard, vemos en ella buena parte de las constantes del cine de su autor y los temas que le interesan: crítica social, antibelicismo, reflexiones filosóficas, referencias culturales...
El propio autor, alguna vez que fue preguntado por ella, decía que pretendió hacer una especie de drama romántico, con una pareja que se profesa amor verdadero hasta sus últimas consecuencias.
De cuaquier modo, estamos ante un film que no es sencillo y que, como tantas películas de Godard, despierta opiniones encontradas, para unos pretenciosa, confusa y, en último caso, aburrida e ininteligible; para otros, vanguardismo puro, antiformalista y genial.
Así es el cine del francés y, para no ser menos, así resulta esta especie de broma cinematográfica en la que nos muestra la vida como él la veía. Quizá la clave está en la definición de cine que pone en boca de Samuel Fuller en su breve cameo al inicio del film: Es como un campo de batalla, el cine tiene amor, odio, acción, violencia y muerte. En una palabra, emociones.
A mi me parece una película bellísima, un canto a la libertad bajo la luz del Mediterráneo. Incluso las excentricidades de Godard cobran sentido en esta obra maestra.
ResponderEliminarSaludos.
Lo es bajo la peculiar perspectiva de Godard.
EliminarHola Trecce!
ResponderEliminarEn su tiempo debió dejar al persona a cuadros. Creo que a pesar de algunas costuras no esta mal. Hay algún momento que resulta muy curioso (Belmondo metiendo el coche al agua, la fiesta con esa luz y esas bellas mujeres que hablando en francés todavía lo parecen mas...) y otros en los que puedo llegar a desconectar.
Saludos!
Cargada de las particularidades de su autor.
EliminarYo estoy más con lo que dice Ricard: para mí es también una obra muy notable desde el punto de vista estético, así como en lo tocante a sus reflexiones en torno a la naturaleza fílmica.
ResponderEliminarLo que ocurre es que ya sabes lo que pasa con Godard, que no todo el mundo, sin menospreciar a nadie, conecta con su manera de expresarse.
EliminarNo la he visto, pero el argumento parece de un episodio de Padre de familia.
ResponderEliminarBueno, no eres el único al que el cine de Godard, si no la misma, le sugiere opiniones similares.
EliminarSe ha dicho de esta película que es un Godard en estado de gracia. Dejando aparte lo manoseado de la expresión, lo cierto es que PIERROT LE FOU es un ejercicio diseñado y rodado como un juego que no se atiene a códigos ni reglas narrativas en el que Ferdinand y Marianne se mueven en la pantalla como eso, como "personajes" de película(s), de ahí las numerosas referencias que se van detectando. ¿No hay lógica en lo que vemos? Tal vez, pero resulta fascinante.
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