miércoles, 19 de febrero de 2020

MÉNILMONTAND


Un matrimonio es brutalmente asesinado en una zona rural de Francia. Más tarde, la narración sigue la vida de sus dos hijas huérfanas en el París de los años 20, ambas enamoradas del mismo hombre, una especie de chulo, lo que acaba provocando su distanciamiento y que la vida de cada una tome rumbos diferentes.


Considerado como uno de los filmes precursores del "realismo poético" francés y del neorrealismo italiano, prescinde de los diálogos y narra toda la historia mediante imágenes y sin recurrir al uso de intertítulos explicativos, a pesar de lo cual, la historia se entiende perfectamente gracias al inteligente aprovechamiento de los recursos narrativos que ofrece el cine. Por ejemplo, tras las impactantes imágenes del inicio en las que vemos a una pareja madura asesinada con un hacha por alguien que ha asaltado su domicilio, contemplamos a las dos niñas jugando en un entorno bucólico, con sus inmaculados vestidos blancos; a continuación, las dos muchachas, ya vestidas de negro, se abrazan y consuelan ante una tumba, de cuyas cruces penden unas letras, en una de ellas se lee: Notre mere; en la otra: A notre pere. Ya tenemos situados a los personajes y sabemos quienes son.
El film experimenta con más recursos, como imágenes evanescentes que se van fundiendo y desapareciendo difuminándose; recurre también a un breve flashback perfectamente inteligible por el espectador en el que una de las protagonistas evoca su infancia; y también utiliza un montaje dinámico a base de multitud de planos encadenados que dan sensación de movimiento acelerado y de la vorágine de la gran ciudad.


Para algunos puristas, la llegada del sonido al cine, supuso un gran retroceso, retrasó, o al menos ralentizó, las ansias de experimentación de los nuevos realizadores, porque con la palabra quedaban resueltos muchos problemas de comunicación con el público que el cine mudo estaba buscando solucionar a través exclusivamente de la imagen.
Tal vez esta apreciación parezca un tanto exagerada, pero viendo películas como esta, sabemos a qué se refieren, las imágenes lo son todo y a través de los recursos que les brindaba la cámara y el posterior montaje, nos acercaban sus historias.
El polifacético artista de origen ruso Dimitri Kirsanoff, nos ofrece un claro ejemplo en este film en el que las imágenes y los rostros y gestos de los actores nos van llevando por la historia que se nos quiere transmitir. A destacar la maravillosa Nadia Sibirskaïa, compatriota y compañera del realizador, con su rostro aniñado y esos primeros planos del mismo, sus pequeños y sencillos gestos que son una auténtica delicia.
En poco más de media hora, este pionero, hoy olvidado, nos da una auténtica lección de cine.




2 comentarios:

  1. Ahora que está en boga hacer cine con los protagonistas comunicándose con idioma gestual. Vale la pena rescatar algo como esto para (como bien dices) dar lecciones de cine en su pureza prístina.

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    1. Son muy interesantes estas películas para conocer la evolución del cine en sus inicios.

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