miércoles, 5 de febrero de 2020

UNA PÁGINA DE LOCURA


Un anciano consigue trabajo como guardián en un manicomio para estar cerca de su esposa. Años atrás ella había sufrido una crisis nerviosa durante la cual murió su bebé, intentó suicidarse y otra hija logró salvarle la vida justo a tiempo. El marido las abandonó y a su regreso, años después, se enteró del arresto de su mujer, presa de alucinaciones. Decide ayudarla a escapar, pero la pobre ni siquiera le reconoce. Al final el anciano comienza a ser víctima también de alucinaciones.


El guión, del propio realizador, Teinosuke Kinugasa y de Minoru Inuzuka y Yasunari Kawabata (premio Nobel de literatura en 1968), se basa en un relato corto de este último.
Rodada con gran escasez de medios, Kinugasa sólo tenía ocho focos, por lo que pintó las paredes de su humilde estudio de color plateado con el fin de obtener más luz, labor en la que le ayudaron incluso los propios actores de la película, algunos de ellos nombres muy reconocidos en el cine japonés de la época.
Con reconocibles influencias del cine occidental ( "El gabinete del doctor Caligari", de Robert Wiene, Murnau e incluso del surrealismo europeo), la película es una muestra más de la corriente intelectual que se vivía a principios del pasado siglo en Japón que buscaba nuevas formas y nuevos lenguajes artísticos.


A diferencia de muchas películas surrealistas occidentales que se limitan a una secuencia de planos que, en ocasiones no guardan relación, aquí hay una historia, aunque la falta de intertítulos hace que no sea del todo inteligible en los detalles, sí en el conjunto, por eso no hagan mucho caso del argumento que escribo al inicio, pues el empleado del manicomio no está claro que sea el marido de la protagonista o, sencillamente alguien que se ve atraído por ella por alguna razón; tampoco que la joven que aparece de visita, sea hija de ellos o mantenga otro tipo de relación.
De cualquier modo, eso no es lo que hace atractiva esta película para los cinéfilos amantes de la historia y de la evolución del cine. Son otras circunstancias, como el afán experimental de Kinugasa, la búsqueda de nuevos caminos en este arte, caminos que ya existían, pero en los que profundiza con su propio estilo. El entorno escénico (un manicomio) y el uso de los medios que le ofrece el cine , con la concatenación rápida de planos al modo de los maestros soviéticos, distorsión de imágenes, juego de luces y sombras, etc., hace que a veces el espectador no distinga muy bien entre lo onírico y lo real.
Una película interesante para entender la evolución posterior de la cinematografía y un hito dentro de la vanguardia experimental japonesa que, sin duda, influyó en los grandes maestros orientales que serían más conocidos en occidente.




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