lunes, 1 de junio de 2020

NADIE QUIERE LA NOCHE



Estamos en 1908 y Josephine Peary (Juliette Binoche) viaja a Groenlandia para reunirse con su marido, el explorador Robert Peary y compartir con él el instante de gloria de ser el primero en colocar la bandera norteamericana en el Polo Norte. Burguesa y chic, de Park Avenue, Josephine, aunque todo el mudo la previene sobre los peligros que la acechan, en especial Bram (Gabriel Byrne), un experimentado explorador,  emprende la arriesgada aventura sin hacer caso a nadie, acompañada de Bram y dos esquimales. Un viaje temerario y épico en el lugar más inhóspito, puro y peligroso del planeta para encontrar a la persona que ama. En su viaje, se encontrará con Allaka (Rinko Kikuchi), una humilde mujer inuit, amante de su marido y que también espera su regreso. A pesar de sus diferencias, ambas tendrán que unirse para poder sobrevivir a las duras condiciones climáticas del desierto de hielo.

La película está basada en personajes reales, existió el teniente Robert Peary, al que se atribuyó haber llegado al Polo Norte, aunque la tecnología de aquellos años impedía confirmar el hecho y los estudios posteriores sugieren que se quedó al menos a 40 kilómetros de su objetivo. Además, otro explorador estadounidense, el médico Frederick Cook, reclamó, sin fundamento alguno, la gloria de haber sido él el primero en llegar. El caso es que los partidarios de ambos estuvieron enzarzados en una campaña de mutuas descalificaciones y los seguidores de Cook, entre otros argumentos, esgrimían que Peary era un personaje poco fiable, pues había tenido un hijo con una esquimal menor de edad, una infidelidad que dejaba en evidencia la falta de escrúpulos de Peary dada la puritana mentalidad de la época. La nativa era la Allaka de la película y el hijo que tuvo de Peary, llamado Kali, fue descubierto por el explorador Counter en una expedición que hizo a Groenlandia en los años 60. Kali fue llevado a los Estados Unidos donde pudo conocer a su familia paterna.


Aparte de otras críticas, como la frialdad del film (bueno estamos siempre rodeados de nieve, así que no me extraña que la historia resulte fría), la dificultad para empatizar con los personajes o la falta de acción, uno de los reproches que se le hace a Isabel Coixet por su película es presentar como protagonista a una mujer altiva, racista, clasista y, aunque valiente, necia y de una terquedad que la hace llevarse por delante a todo el que se opone a sus deseos. De hecho, es la culpable de que mueran varias personas por no atender los razonamientos para que desista en su empeño de ir a encontrarse con su marido. 
¿Pero y si Coixet no pretende mostrarnos una mujer íntegra, sino que su pretensión es contar una historia con mujeres como protagonistas, pero que tengan defectos y virtudes como todo hijo de vecino? Tanto la realizadora catalana como la actriz Juliette Binoche, son mujeres comprometidas con la causa igualitaria, por lo que dudo mucho que no supieran dónde se metían y qué es lo que pretendían con este film. Aparte de la indudable calidad técnica de la película, creo que esta pretende lo que da, una historia de mujeres, contada por mujeres y protagonizada por ellas, en la que los personajes masculinos, apenas tienen participación, puesto que la mayor parte del metraje se ocupa del tiempo que ambas pasan aisladas. Es cierto que el final, con el sermón que nos suelta la señora Peary sobre lo buena y lo admirable que era Allaka, después de que la abandonó a una muerte segura, resulta más falso que un duro de plata y puede descolocar un tanto (o un mucho) al espectador, pero, repito ¿y si lo que pretende Coixet es sencillamente presentarnos a una mujer como protagonista de una historia sin ocultar sus defectos?




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