miércoles, 27 de febrero de 2019

UN TOQUE DE VIOLENCIA

Dahai (Jiang Wu) es un minero de un modesto pueblo chino que está cansado de la corrupción entre los jefes de la localidad. Insiste una y otra vez a sus conciudadanos para que se unan a él, trata incluso de buscar ayuda en Pekín. Sin embargo, todo son zancadillas y sus vecinos, no sólo miran para otro lado, sino que se burlan de él, así que, una vez que sus esfuerzos caen en saco roto, decide cambiar de estrategia.
Un emigrante, Zhou San (Baoqiang Wang), a quien vimos cruzarse con Dahai al principio del film, vuelve a casa para Año Nuevo. Se dedica a asesinar y robar con la pistola que siempre lleva encima. Un tipo violento que ha descubierto que su pistola le puede proporcionar dinero con mucho menos esfuerzo del que supone ir de región en región en busca de trabajo.
La guapa recepcionista de una sauna, Xiao Yu (Tao Zhao), mantiene una relación con un hombre casado. Tras años en esta situación, le ruega que ponga fin a esta doble vida que lleva y que elija entre quedarse con su esposa, o divorciarse. Un día llega al límite tras una vergonzosa agresión y el intento de abuso sexual por un cliente que, como otros que acuden al lugar, cree que su dinero le autoriza para humillar a quienes considera seres inferiores.
Xiao Hui (Lanshan Luo), un joven que, harto de su antiguo jefe, decide comenzar a trabajar en un club nocturno en el que conoce y se enamora de una prostituta (Li Meng).
El joven va de trabajo en trabajo intentando mejorar su vida, pero las condiciones son cada vez más degradantes y además, su madre le acusa de dilapidar un dinero que apenas le da para vivir. Su situación está llegando al límite y, presa del agobio a que está sometido, va a tomar una drástica decisión.


La película son cuatro historias diferentes, sin apenas nexo de unión entre unas y otras, si acaso, breves coincidencias casuales de alguno de los personajes en alguna secuencia aislada.
Las historias tienen lugar en sitios muy diferentes de China. La primera, la de Dahai, transcurre en Shanxi, una gran y fría provincia agrícola del norte de China. La segunda, en Chongqing, una ciudad del suroeste a orillas del río Yangtsé, cerca de las Tres Gargantas. La tercera está situada en Hubei, en el centro de China, y la cuarta, en Dongguan, una ciudad de la provincia de Guangdong, en la costa subtropical y zona “empresarial libre” de China.


Al parecer, el guión es adaptación de un libro de Su Tong -seudónimo de Tong Zhonggui-, uno de los escritores chinos contemporáneos, más aclamado dentro y fuera de su país.
Su director y guionista, Zhangke Jia, ha manifestado que el germen de la película fueron las continuas noticias sobre hechos violentos que aparecen con cierta frecuencia en las noticias chinas y trata de buscar una explicación a esa situación.


La película se abre con una secuencia al más puro estilo Tarantino que sirve para captar nuestra atención. Contiene muchos planos de extraradios urbanos, lugares pobres, algunas veces incrustados en zonas fabriles de alta contaminación, carreteras e infraestructuras por terminar, bloques de edificios deshumanizados... Por contra en otras se nos ofrece una visión de modernos medios de transporte y lugares lujosos y poblados de gente que va y viene en un incesante tráfico de personas. Todo ello responde y subraya los mundos diferentes que conviven en la China actual.


El film es una crítica a la burocratización, el descontrol industrial, la corrupción que va desde los caciques locales a las altas esferas, los clubes de alterne para ricos que tratan de satisfacer el fetichismo de sus clientes, el abatimiento de la sociedad, el adulterio y, en definitiva, una suerte de desesperanza de muchos de los individuos que se ven en una especie de callejón sin salida.
Sin embargo, no hay que dejar de ver una especie de mensaje subliminal en que parece que todos los males se achacan a la contaminación por parte de occidente de los valores tradicionales, cuando en realidad aquello no deja de ser un país comunista, no debemos olvidarlo, en el que las autoridades socialistas llevan muchos años tratando de socavar estas tradiciones.
Las historias que narra, son desiguales, para un resultado final acorde, aunque pienso que el mensaje de tristeza y deshumanización, queda bastante patente.




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