viernes, 4 de mayo de 2018

En 1973 las Fuerzas Armadas de Chile dieron un golpe de Estado contra el Gobierno de Salvador Allende, pasando el general Augusto Pinochet a ostentar la presidencia del país. Tras 15 años de dictadura y ante las presiones internacionales, deciden convocar un plebiscito en 1988 para tratar de legitimar su permanencia en el poder durante 8 años más.
Para ello se acordó realizar durante 27 días una campaña en la que la opción del Sí dispondría de 15 minutos diarios en televisión y la del No, de otros quince.
René Saavedra (Gael García Bernal) es un ejecutivo de publicidad que regresa a Chile tras su exilio en México para trabajar en una gran compañía de publicidad propiedad de Lucho Guzmán (Alfredo Castro), un hombre cercano al régimen. José Tomás Urrutia (Luis Gnecco), tildado de comunista, contacta con René, a cuyo padre conocía, para que colabore en la campaña a favor del No, pues está convencido de que si Pinochet ha convocado un plebiscito es porque está seguro de que va a ganarlo y que todo está amañado.
Sin embargo, René, está convencido de que tienen una posibilidad de derrotar a la dictadura.
Urrutia le lleva hasta la oficina de campaña de la opción del No, en que le muestran el material preparado, un anuncio en el que, sobre imágenes de tanques disparando contra la Casa de la Moneda, de muertos y de militares ocupando el país, acompañado de otras de represión de manifestantes, informan de los 34.690 torturados, los 200.000 exiliados, los 2.110 ejecutados y los 1.248 desaparecidos.
René les preguntan si solo tienen eso y no hay algo más ligero y simpático, pues aunque sea cierto lo que cuentan, eso no vende, y les pregunta si creen que con esa campaña pueden ganar, estando todos convencidos de que servirá para abrir los ojos y crear conciencia, pero no para ganar.
René opina que no pueden atemorizar a la gente hablándoles de torturas, muertes y exilios, pues eso es lo que les retrae a la hora de votar y, aunque algunos de los representantes de los partidos se muestran contrarios a obviar el dolor de mucha gente, René está convencido de que para atraer a su opción al gran número de indecisos, entre los que se encuentra mucha gente mayor que le teme al socialismo y a las colas de racionamiento, deben basar su campaña en la alegría.


Dirigida por Pablo Larraín y escrita por Pedro Peirano, el guión se basa en la obra de teatro inédita El plebiscito de Antonio Skármeta, autor del famoso Cartero de Neruda.


Vamos a hacer un poco de historia, René Saavedra, un personaje ficticio, está inspirado en el publicista Eugenio García, cuya familia había sufrido en sus carnes las consecuencias del Golpe del 73. No tuvieron detenidos, ni desaparecidos, ni torturados, pero su padre y su hermano fueron despedidos y su hermana hubo de salir al exilio. No eran militantes, pero eran allendistas, suficiente.
Eugenio era socio de una agencia de publicidad, preocupada por mantener una imagen ya que la mayoría de sus clientes eran partidarios de Pinochet, como todo el empresariado chileno en aquel momento. A pesar de ello, él participa activamente en la campaña del No. El plebiscito estaba planteado con ventajismo por el Régimen. La campaña publicitaria (los quince minutos de los que disponía el No), se emitían casi de madrugada y el "Si", contaba, además de los quince minutos que lo equiparaban al "No", con el resto de la jornada en que podía manejar la televisión a su antojo. René (Eugenio), se enfrenta a la incomprensión del conglomerado de 17 partidos que componían la oposición, muchos de cuyos representantes no concebían que se banalizara con la democracía, con el sufrimiento de la gente y querían centrar su campaña en mostrar el terror del Régimen. Pero ahí estaba el publicista, con una campaña que parecía más un anuncio de refresco americano (creo que no hace falta que diga nombres, todos sabemos a qué marca me refiero), porque enfocó aquello como una campaña para vender un producto, como tal entendía atraer a la gente a la opción que propugnaba.
Esa es la base de la obra de Skármeta y de la película de Larraín y sobre ese concepto gira la película.



Aunque se ve con agrado, resulta dinámica, no aburre y la propuesta resulta ingeniosa, hay algunas cosas en las que flojea, como los personajes poco definidos o alguna de las historia paralelas que no acaba de resolverse en condiciones y que no aporta demasiado al conjunto.
Sin embargo, en otros aspectos, por ejemplo las buenas interpretaciones, tiene bastante calidad.
El film está rodado con sistemas analógicos, de escasa calidad comparada con los sistemas digitales de que se disponía en el momento. Lo que ve el espectador son secuencias de mala calidad, pero es un efecto buscado por el realizador, que se la jugó al elegir esta opción y, a mi juicio, le salió bien, porque eso le ha permitido utilizar imágenes de archivo sin que se note en absoluto, parecen totalmente integradas en el metraje general del film.
Sin esconder los abusos de la policía y el ejército, al servicio de una oligarquía complaciente con la represión, no deja escapar la crítica a los opositores, reflejada en la opinión extendida dentro de los partidos contrarios al pinochestismo, que planteaban que no se podía frivolizar con el dolor, y que la propuesta de René, faltaba al respeto por la forma de tratar ciertos temas.
Muy interesante, sobre todo porque es otra forma de enfocar lo que aquellos años supusieron para Chile y para toda Sudamérica donde la democracía siempre parece vivir sobre un delicado filo.




8 comentarios:

  1. Sudamérica...donde la democracia siempre parece vivir arl filo de la navaja. Más exacto no se puede decir. Fíjate que vi la película hace tiempo y me gustó. Pero tu entrada es como si la viese de nuevo y ¡SORPRESA! Llega justo a tiempo porque LA ESTAMOS VIVIENDO EN CARNE PROPIA acá en Venezuela. Parece mentira pero son casi los mismos conflictos a menos de tres semanas de una elección amañada donde la gente está desmoralizada a causa del abuso del poder. Lástima que la campaña no ha tenido la unidad y la alegría que este publicista supo darle en aquel momento. Dios tenga misericordia de nosotros.
    Por cierto, date una pasadita por tigrero que allá también hablo de Pinochet

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  2. Yo creo que lo ideal sería que nunca ni en el cine, ni en novelas, ni teatro ni nada de nada, se tenía que haber tratado el tema de las dictaduras, ya que eso sería señal de que no se habían dando: porque si muchas han sido malas, las sudamericanas y centroamericanas vaya tela.

    Salud Trecce

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  3. El argumento es una repetición de situaciones contra las campañas torticeras de los dictadores, pero esos intentos son dignos de ser emarcados por lo que supone de valentía en los opositores.
    Yo recuerdo que en España Ftanquito convocó varios referendums sobre su persona y te garantizo que nunca nadie se atrevió a arremeter contra el Régimen, y mucho menos los que más vociferan ahora contra aquel sistema.
    Los únicos que repartian propaganda anti y terminaron en la carcel fueron cuatro comunistas. Y aquello no servía para nada porque el paisanaje abominaba de los marxistas.

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    1. En la época de Franco, la oposición, como tal, estaba prohibida y los que desde dentro alzaron la voz en contra alguna vez, que los hubo, acabaron proscritos.

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  4. Qué típico lo de una dictadura homogénea frente a una oposición totalmente fragmentada.

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