sábado, 20 de junio de 2015

TIERRAS ROJAS

Una joven y su padre adoptivo que llegan al almacén del pueblo para cambiar su carga por los productos que les hacen falta; un hombre colgado de un árbol con el cuerpo cribado de flechas; una caravana de gente variopinta que atraviesa regiones inhóspitas para llegar a las Tierras Lejanas; un lugar que ha prosperado a costa de los buscadores de oro, con sus burdeles, casinos... ¿Les suena de algo?, ¿quizá a película del oeste?
Bien podría ser, al fin y al cabo, el autor de Tierras Rojas, Joe Abercrombie, dedica su libro a Clint Eastwood, aunque da por hecho que no lo va a leer.
Tierras Rojas, como otros libros del autor, se desarrolla en un mundo imaginario situado en la frontera de un tiempo antiguo y otro nuevo, no necesariamente uno mejor que otro, simplemente un mundo cambiante, en el que perviven algunos rastros de antigua magia que, tal vez nunca fue sino superstición interesada, manejada por los poderosos y los pícaros para sacar provecho.
Shy Sur es una chica que ha tenido una vida difícil, rodeada de las peores compañías y cometiendo todo tipo de acciones denigrantes. Vuelve a casa cuando fallece su madre para cuidar de sus dos hermanos, Pit y Ro, que han quedado a cargo de su padre adoptivo, Lamb, un hombretón que todo lo que tiene de corpulencia y fuerza, lo tiene de cobarde, aunque trabaja como una mula todo el día sin rechistar jamás y juega con los niños como si él mismo lo fuera.
Cuando regresan del pueblo de vender un carro de grano y comprar provisiones, se encuentran la granja quemada, al viejo Gully colgado y con el cuerpo acribillado de flechas y los niños desaparecidos, aparentemente raptados.
Aquí comienza el viaje en el que Shy descubrirá que Lamb (los nombres de las personas y lugares, de la novela, encierran algunas veces un doble sentido) no es lo que parece, como ocurre con algunos de los otros personajes que pueblan la novela y entre los cuales no dejan de asomar algunos que hemos visto en otras obras de autor, haciendo una especie de cameos. Vemos aparecer personajes, lugares y situaciones que, a quienes disfrutamos de la trilogía "La primera ley" (La voz de las espadasAntes de que los cuelguenEl último argumento de los reyes), enseguida nos traen recuerdos de viejos conocidos.
Maravillosos secundarios que en un momento dado cobran protagonismo, descripciones que nos hacen visualizar lo que Abercrombie tiene en su cabeza, y la imaginación de un autor que sabe buscar giros para que la historia fluya sin decaer. Aunque es cierto que la novela tiene dos protagonistas (Shy y Lamb) y en menor medida un tercero (Temple), que se ganan la simpatía del lector, los personajes recuerdan un poco a los de George R.R. Martín y su Canción de Hielo y Fuego, en el sentido de que los buenos no dejan de ser sanguinarios y violentos y los malos, en ciertas ocasiones, tienen sus remordimientos, aunque se les olviden tan rápido como llegan.
Muy bien traducida por Javier Martín Lalanda, estoy convencido de que no es una novela para cualquiera, es más, seguro que habrá a quien se la haga pesada, a mí me encantó, con ese final que a algunos ha decepcionado, porque esperaban una cosa más épica, pero que sirve al autor para ofrecernos una imagen, manida, es cierto, pero a la que no ha podido sustraerse y que nos devuelve al comienzo, al mundo del western y si no, lean el momento de la despedida de Lamb:

Entonces respiró profundamente y, poniendo su caballo al trote, se dirigió hacia el crepúsculo. Ro siguió en el porche, con la mano de Pit en una de las suyas y la de Shy sobre su hombro, mirándolo.



4 comentarios:

  1. Pienso, por lo que cuentas, que también es una novela para mi.
    Un saludo Trecce.

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  2. El que una novela se pueda hacer pesada también tiene que ver con el tamaño. Y el tener más de 700 páginas le hace correr ese riesgo.

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    1. Desde luego, si no le gusta a uno el género, el hecho de que sea un "tocho", te echa para atrás y a lo mejor el potencial lector se pierde una novela que hubiera podido gustarle.

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