miércoles, 17 de junio de 2015

LAS AVENTURAS DE QUENTIN DURWARD

Lord Crawford (Ernest Thesiger), es un anciano noble escocés que, por razones políticas, pretende contraer matrimonio con Isabelle, condesa de Marcroy (Kay Kendall), una noble francesa de gran belleza y dueña de una gran fortuna, otra de las causas, y no la menor, por la que Lord Crawford, está interesado en desposarla.
Para conocer y evaluar a la novia y, al tiempo, para hacer el panegírico del pretendiente, Lord Crawford envía al otro lado del mar a su sobrino Quentin Durward (Robert Taylor), para que se presente en el castillo de Charles, duque de Borgoña (Alec Clunes), donde se aloja la condesa y donde le espera el embajador de Escocia en Francia, Lord Malcolm (Moultrie Kelsall), que le ayudará en su misión.
El mismo día de su llegada a tierras borgoñonas, Lord Malcolm le anuncia que esa misma noche, conocerá a la condesa en una fiesta que va a dar el duque, sin embargo, antes de que comience el festejo, Isabelle huye del castillo para ponerse bajo la protección de Luis XI (Robert Morley), rey de Francia y enemigo declarado del duque de Borgoña.
Quentin sale en persecución de la princesa, logrando salvarla del ataque de una partida de renegados dirigidos por el conde William de la Marck (Duncan Lamont), a partir de entonces, se verá envuelto en la lucha por el poder que mantienen Luis XI y el duque de Borgoña, al tiempo que, tras conocer a Isabelle, debe luchar entre el deber hacia su tío y el amor que siente por la condesa de Marcroy.


Basada en la novela "Quentin Durward", de Walter Scott, la película hace un resumen muy escueto de lo que es la voluminosa novela que, en algunas ediciones, ocupa hasta tres tomos y algunas de cuyas adaptaciones, se han convertido en un clásico de la literatura juvenil.
Aunque en algunas partes se ralentiza un tanto, mantiene unas cuantas escenas que conservan el aire de novela de aventuras trasladada a la pantalla, con el dinamismo que le proporcionan persecuciones, duelos y ese punto de intriga que, quizá es lo menos logrado de la película.
Me ha gustado la fotografía, que se beneficia y sabe sacar partido de las tomas generales, tipo postal de los preciosos castillos que desfilan por la película: Bodiam Castle cercano a Robertsbridge (East Sussex - Escocia); Chateau de Chambord, cerca de Blois en el Valle del Loira; Château de Chenonceau, próximo a Amboise o el Château de Maintenon, al norte de Chartres. Además, supongo que aprovechando que estaban en el Valle del Loira, muchas de las tomas exteriores están rodadas allí, entre ellas una escena que me agradó especialmente, cuando Quentin persigue a Isabelle entre las espigas del campo como si fuera un mar vegetal.
Hay otra escena de este film que se ha hecho representativa del mismo, aunque parezca irreal por lo poco creíble y lo artificial que resulta, es la del duelo en el campanario, con Quentin y  De la Marck batiéndose mientras saltan de una cuerda a otra y bajo sus pies arden las llamas. Una escena similar, seguramente inspirada en esta, pero muy mejorada porque es menos artificiosa, la rodó tres años después Richard Fleischer en su magnífica Los Vikingos, pero la idea original, es de este film.


La novela de Walter Scott, nos habla del crepúsculo de la caballería andante, un mundo en el que las lanzas están en declive, la pólvora va sustituyendo a la espada y los enfrentamientos a larga distancia reemplazan a las justas y torneos.
Ese espíritu, no lo sabe captar del todo el film, sino es a través de las palabras del protagonista que señala que ha nacido demasiado tarde y que el mundo en el que vive, no es el suyo, pues él aún cree en otros valores que ya está superados por el de la intriga y la negociación política.
De cualquier modo, la película es muy entretenida, con un buen ritmo, a pesar de algún bache, pero resulta divertida, con buenos diálogos y la sensación de que estamos viendo un cine de cierta calidad en un momento de transición para este tipo de películas.




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