Irlanda del Norte, 1981. En la Prisión de Maze, los presos del IRA y otras organizaciones paramilitares llevan cinco años de la llamada Protesta Sucia como contestación a las medidas del gobierno de Margaret Thatcher, que había retirado el estatus de categoría especial a los paramilitares convictos. Durante la protesta, los presos se niegan a llevar las ropas que les ofrecen y permanecen desnudos, con tan sólo una manta como abrigo; además se niegan a asearse, embadurnan con excrementos las paredes de las celdas y se las arreglan para que los orines vayan a parar a los pasillos de las galerías.
En 1980, siete presos habían participado en una huelga de hambre que finalizó tras 53 días, según ellos fueron engañados con falsas promesas por el gobierno británico. Ahora, los presos van a iniciar una nueva huelga de hambre, pero en esta ocasión, quienes se han ofrecido voluntarios para participar, se irán incorporando a la misma de manera paulatina conforme a unos intervalos preestablecidos, con el propósito de atraer la máxima atención pública y ejercer mayor presión sobre la primera ministra.
el 1 de marzo de 1981, Bobby Sands (Michael Fassbender), uno de los líderes de los presos, rechaza la comida. La huelga ha comenzado.
El debut como realizador en un film de gran formato del británico Steve McQueen (12 Años de esclavitud), un autor multifacético que ha experimentado en variados campos del arte (cortometrajes, escultura, fotografía...) Reconocido por la crítica como un gran trabajo, independientemente de la apreciación moral o de la lectura política que se pueda sacar del mismo.
No es fácil hacer un trabajo sobre un tema controvertido sin levantar polvaredas alrededor que nada o poco tienen que ver con el trabajo que el artista pretende hacer. Por eso siempre es un riesgo elegir asuntos de este tipo para exponerlos a la consideración del público.
McQueen nos acerca a uno de los más llamativos episodios de un tema tan sensible para la opinión pública y no digamos la británica, como es el conflicto norirlandés. Uno de sus momentos más álgidos, con el pulso que los presos y la Dama de Hierro estuvieron manteniendo durante años y que aquí se concreta en unos cuantos días, poco más de los que dura la huelga de hambre de Bobby Sands, un mártir para unos, un suicida para otros, en palabras de Margaret Thatcher, cuya voz en off aparece en algunos pasajes del film, Sands eligió el camino de acabar con su vida, una opción que no se les dio a las víctimas de los atentados del IRA.
La película es dura por realista, no huye de mostrar las cosas tal como fueron, precisamente esto, aunque parezca mentira, es lo que la hace aséptica a la hora de tomar partido, algo que se deja en manos del espectador si es que desea inclinarse a un lado u otro. Creo que el realizador y coguionista, sortea con habilidad los posibles mensajes maniqueos y se limita a contar lo que ocurría en la Prisión de Maze: La rebeldía de los presos, convencidos de que la causa por la que se ven internados es justa y de que lo son las reivindicaciones que plantean y la tensión en la que viven los carceleros, atrapados en una guerra entre un gobierno y un grupo paramilitar, en el que los presidiarios se niegan a colaborar desatando todo tipo de tensiones y obligando a los guardianes a someterles por la fuerza incluso para que se dejen asear.
McQueen plantea un film que a nadie deja indiferente, no sólo por su temática, sino por su estructura y su calidad artística (ojo, no digo buena o mala calidad). Una primera parte en la que de la mano del oficial de prisiones Raymond Lohan (Stuart Graham) y de un recluso recién llegado, Davey Gillen (Brian Milligan), se nos introduce en el conflicto carcelario; segunda parte que es básicamente una larga escena (20 minutos más o menos), buena parte de la cual es un plano fijo, en la que asistimos a la entrevista entre el padre Moran (Liam Cunningham) y Bobby Sands que se convierte en el alegato de éste mediante el que justifica la acción que va a emprender y que, con toda probabilidad, le costará la vida, pero también a quienes le secunden; la tercera parte es la narración del progresivo deterioro físico de Sands hasta su muerte.
La parte central, la entrevista del sacerdote y el activista político, es un largo diálogo ininterrumpido que contrasta con los otros dos segmentos del film, casi sin palabras, tan del gusto de un admirador de Buster Keaton como es McQueen y con escenas en las que queda reflejado ese afán minimalista del realizador británico. Son paradigmáticas de esto último, la larga escena en la que el preso trata de atrapar un insecto introduciendo sus dedos entre el alambre de la ventana; o cuando el espectador presencia como un funcionario de prisiones friega un pasillo de no menos de 30 metros, lleno de orines de los presos, a tiempo real.
Ambas escenas, como otras muchas de la película son todo un símbolo de los dos mundos que se enfrentan en el film, el preso que, por razones obvias, no puede escapar, y el carcelero que está no menos atrapado que aquel.
Película que no gustará a todos, con una propuesta diferente de hacer cine, que se sale de lo convencional y que, a mi particular entender, sale con bien del espinoso asunto central, sin verse salpicada por lo que podría ser una toma de opinión descarada, aunque, evidentemente, la asepsia absoluta es imposible.
Muy buena y muy recomendable, una pena que no se estrenara en España. Y qué gran interpretación de Michael Fassbender!
ResponderEliminarEstoy de acuerdo.
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