Aunque ya había habido episodios bélicos anteriores en los que había quedado patente, fue durante la I Guerra Mundial, cuando los estrategas militares fueron plenamente conscientes de que el mal llamado arte de la guerra, había cambiado sus reglas de manera inexorable. El uso generalizado de armas de largo alcance, potente artillería, la irrupción de la aviación, etc., significó el cambio en algunos de los usos y costumbres, entre otros en los uniformes de los soldados, que huyeron como de la peste de los colores vistosos y llamativos, muchas veces identificativos de los colores patrios y que habían servido, entre otras cosas, para aumentar el espíritu nacional de las tropas.
Casi todos los ejércitos que habían tenido enfrentamientos recientes, estaban preparados para esta nueva contigencia y había adoptado vestimentas que no destacaran demasiado, los búlgaros, tras la Guerra de los Balcanes, tenían un uniforme pardo; los británicos, tras su experiencia con los Bóer, de la que ya hemos hablado alguna vez aquí, adoptaron un uniforme color caqui, renunciando a la clásica casaca roja con botones plateados o dorados, según el rango, la famosa Redcoat; por su parte, los alemanes, habían cambiado el azul de sus uniformes, por un gris mucho más discreto y efectivo a la hora de camuflarse. Pero siempre hay quien llega tarde, o se pone bruto y se planta en sus trece, este fue el caso de los franceses y ello, aunque había alguien que se preocupó del asunto con antelación, fue Adolphe Messimy, que cuando estalló el conflicto era Ministro de la Guerra, pero ya lo había sido con anterioridad, entre 1911 y 1912 y, ya entonces, había propuesto que la vestimenta de los soldados franceses, compuesta de pantalón rojo y guerrera azul, debía ser cambiada por otra que llamara menos la atención.
Messimy no era uno de estos ministros que ha llegado al cargo sin tener ni idea de las cuestiones relacionadas con su cartera (en España tenemos decenas de casos de ministros y ministras que jamás han estado relacionados con los asuntos que ocupan a su ministerio), él era militar profesional, y sería herido en combate; si bien es cierto que desde muy pronto se dedicó a la política, había estudiado en la Escuela Superior de Guerra y había sido oficial del ejército. Este hombre, ya en su primera etapa como minsitro del ramo, propuso que las tropas francesas adoptaran un uniforme color gris verdoso, pero los franceses, acorde con su conocido chauvinismo, rechazaron la propuesta de manera categórica, la prensa se cebó con él y un diario parisino escribió al respecto: "prohibir todos los colores vivos, todo lo que confiere a los soldados su aspecto marcial, es ir contra el gusto francés y contra la función militar". Por su parte, el parlamento se mostró igual de poco receptivo, el dos veces Ministro de la Guerra Eugène Étienne, se despachó a gusto: "¿Eliminar los pantalones rojos? ¡Jamás! ¡Los pantalones rojos son la Francia" ("Le pantalon rouge c'est la France!").
Así que cuando estalló el conflicto mundial, los alemanes se dedicaron a un nuevo deporte: la caza del espantapájaros con pantalones rojos.
Después de un ingente número de bajas, las mentes brillantes que se habían opuesto al cambio de vestimenta, cerraron el pico, no obstante no creais que dieron su brazo a torcer del todo, el uniforme adoptó el color azul de la guerrera también para los pantalones, la verdad es que esto tampoco es un prodigio de camuflaje, menos mal para los sufridos infantes galos, que el barro y la suciedad de las trincheras, pusieron de su parte para acabar de hacer de su uniforme una prenda menos llamativa.
Esto de las vestimentas de los militares y aunque no tenga nada que ver, me ha recordado a los voluntarios, y a los menos voluntarios, ya que a muchos se los llevaron de los cuarteles a la fuerza a la "División Azul " que lucharon en la Unión Soviética al lado de los nazis. Conocí de pequeño a más de un abuelo de aquellos que tuvieron la suerte de volver, y contaban que los rusos para amedrentarlos y con un frío de cojones había una milicia en el frente que iban con las camisas remangadas, y estos pobres infelices españoles, los había que sólo de verlos de esa guisa se acojonaban.
ResponderEliminarSaludos Trecce.
A más de uno le tendrían que poner en primera línea, para ver si así pensaba con la cabeza.
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