Al enterarse del fallecimiento de Lord Northmore, Warren Hope se considera obligado a asistir a su funeral, aún en contra del parecer de su esposa que le desaconseja que salga a la calle pues está muy enfermo. Hope acude al funeral del que consideraba, a pesar de todos los pesares, su amigo, algo que al final le costará la vida, pues acaba cogiendo un enfriamiento que deriva en neumonía.
La viuda de Hope piensa que la vida, en general, y el difunto Lord Northmore en particular, han cometido una gran injusticia con su marido, pues cree que debería haber alcanzado, como mínimo, el mismo reconocimiento que han logrado Lord Northmore y su obra.
Mientras la familia Northmore comienza a recopilar las dispersas cartas de su pariente, con objeto de publicar un volumen con las mismas a mayor gloria del difunto, la señor Hope va tejiendo de manera callada lo que será su perversa venganza y el intento de reivindicar ante quienes le volvieron la espalda, la auténtica valía intelectual de su difunto marido.
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