lunes, 19 de agosto de 2019

EL CABO DEL TERROR

Sam Bowden (Gregory Peck), es un respetable abogado que ejerce su oficio en una pequeña ciudad. Su vida tranquila se verá altera cuando llega a la misma Max Cady (Robert Mitchum), un ex-convicto que ha pasado ocho años en prisión y que culpa a Bowden de que lo enviara a la penitenciaría.
Cady comienza a acechar a Bowden, a su esposa y a su hija adolescente, por lo que el abogado se pone en contacto con el jefe de policía, Dutton (Martin Balsam), explicándole su situación y pidiéndole ayuda, ya que su familia puede estar en riesgo. Dutton envía a sus agentes para que detengan a Cady por vagancia. Max coopera, es evidente que conoce las leyes y hace valer sus derechos, por lo que acaba siendo puesto en libertad.
Al día siguiente, Sam encuentra a su perro envenenado. Sospecha de Max, pero no puede probar nada, mientras su esposa Peggy (Polly Bergen) y su hija Nancy (Lori Martin) están angustiadas. Sam les cuenta lo que sabe de Max y les pone en antecedentes del peligro que pueden correr.
Max ha contratado a un abogado, Dave Grafton (Jack Kruschen), que acusa a la policía de estar acosando a su cliente y el Jefe Dutton le dice a Sam que nada puede hacer contra Max hasta que este no cometa algún delito, sugiriéndole que contrate al detective privado Charles Sievers (Telly Savalas), que comienza a seguir a Max y llama a la policía para que le detengan por conducta lasciva, pero cuando la policía llega, este se ha ido, y la mujer con la que estaba, que ha sido golpeada, se niega a colaborar con ellos y a presentar denuncia, por miedo a la venganza de Cady.
La vida de la familia Bowden se convertirá en un auténtico calvario.


El guión se basa en la novela The Executioners, de John D. MacDonald, en la que Cady, es un soldado sometido a consejo de guerra por la brutal violación de una niña de 14 años, que resulta condenado por el testimonio del teniente Bowden. Los censores intervinieron prohibiendo el uso de la palabra violación y manifestando que presentar a Cady como un soldado suponía una representación negativa del personal militar estadounidense.
Hay un remake de 1991, titulado El cabo del miedo, protagonizado por Robert de Niro y Nick Nolte. En esa película, tienen pequeños papeles tanto Peck como Mitchum, así como Martin Balsam, tres de los intérpretes de este film del que hoy hablamos.
Además, en el remake, también se emplea la misma partitura, obra del gran Bernard Herrmann.


Reflexión sobre lo que podríamos llamar justicia preventiva, un debate que no pierde actualidad en nuestros sistemas judiciales garantistas, en los que todo el mundo es inocente hasta que no se demuestre lo contrario. De cuando en cuando saltan a los titulares casos semejantes, en los que estos tipos de los que todo el mundo espera que de un momento a otro vayan a cometer una felonía, por fin, lo hacen y es entonces cuando la sociedad se estremece preguntándose qué estamos haciendo mal y por qué gente de esta calaña no es encerrada o sometida a vigilancia permanente.
J. Lee Thompson, su realizador, sabe mantener bastante bien la tensión, al menos durante gran parte del film. Una película que, por otra parte, casi nadie puede sustraerse a comparar con la versión de Scorsese: Que si esta es mejor que la otra; que la otra es mejor que esta... Yo creo que cada una merece la pena, aunque ésta tiene el sabor añejo del buen cine y de ese magnífico plantel de actores que siempre es un placer ver, con un Robert Mitchum que, como ya sucediera en La noche del cazador, sabe dar muy bien el tipo de este personaje obsesivo, malvado y amoral que dibuja a la perfección, en esta ocasión con ese andar chulesco y desafiante y ese sempiterno puro entre los labios.
La película obtuvo malos resultados en taquilla, hasta el punto de que supuso la desaparición de la productora de Gregory Peck y si algún favor le hizo Scorsese con su nueva versión, es que mucha gente, descubrió que había una película anterior sobre el mismo asunto y encontraron, no sin sorpresa, que estaba tan bien o mejor que la nueva.




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