Tras realizar un atraco, Ben Harper (Peter Graves) regresa a su casa y esconde el botín confiando el secreto a sus hijos John y Pearl (Billy Chapin y Sally Jane Bruce). La policía lo detiene, pero, antes de ser ajusticiado, comparte la celda con Harry Powell (Robert Mitchum), un falso predicador que ha sido detenido por robar un coche y que oye cómo Ben habla en sueños del dinero. Tras su liberación, Powell acude al pueblo de Harper obsesionado por hacerse con el botín, enamora a su viuda (Shelley Winters) y consigue casarse con ella.
A partir de ese momento, su único objetivo será conseguir que los niños le digan dónde está escondido el dinero. Ellos juraron a su padre que no se lo revelarían a ninguna persona, incluída su madre y cuando su padrastro asesina a su nueva esposa, logran huír de casa y emprenden una angustiosa huída seguidos de manera implacable por el predicador.
El film se basa en un libro homónimo de Davis Grubb, que no tiene la fama que ha obtenido el film con los años, pero en cuyas páginas se encuentra todo lo que Charles Laughton nos cuenta en la película, incluídas escenas enteras, como la de la madre en el fondo del río con la melena mecida por las aguas.
Al parecer, Grubb se mostraba bastante conforme con el tratamiento dado al adaptar su novela.
La peli, como la novela, describe la época de la gran depresión con toda su crudeza, las desgracias a las que se ven abocados los niños nos recuerdan a cada momento la obra de Dickens, y la huída en un bote por el río Ohio es comparable a las aventuras que narrara Mark Twain.
El film, en su momento, obtuvo un mediocre resultado de taquilla y la crítica no fue nada benevolente, ello provocó que Charles Laughton no volviera a dirigir jamás y eso que no era un neófito, pues aunque era su primera incursión como director de cine, no debemos olvidar su pasión por el teatro donde había dirigido con éxito varias obras.
Quizá se adelantó a su tiempo con esta especie de cuento de hadas, en el que el lobo feroz, el cazador, persigue a los niños hasta que estos encuentran la protección del hada madrina, encarnada por la señora Cooper, a quien da vida una excelente Lillian Gish.
El paso de los años ha convertido a la película en un clásico. Demasiado tarde.
En el film vemos una constante contraposición de opuestos: El bien y el mal, ese amor y odio que lleva tatuados Mitchum en sus dedos; niños y adultos; mentira (en este caso secreto) y verdad; masculino y femenino; luz y sombra...
El espectador ve a través de los ojos de los niños y estos lo ven con sus propios ojos, quiero decir que no están dotados de especiales cualidades, son niños que, muchas veces, no comprenden del todo lo que está ocurriendo y por eso lo ven todo como si fuera una pesadilla de la que sólo desean despertar entre unos brazos maternales. Es muy ilustrativa la escena en la que el pequeño John, acaricia las manos de la Sra. Cooper.
De hecho, toda la persecución a lo largo del río es tratada como una pesadilla infantil en la que animales nocturnos les acechan desde la orilla. Unos animales que parecen de atrezzo y que recuerdan algunas escenas de Alicia en el país de las maravillas, por lo irreales.
Como todo clásico que se precie, el film ha suscitado infinidad de comentarios, entre ellos que, dada la aversión que sentía hacia ellos, los niños fueron dirigidos en muchas escenas por el propio Robert Mitchum. Es una leyenda urbana, hay un libro "Heaven and Hell to play with", en el que su autor, Preston Neal Jones, explica todos los entresijos del rodaje, basándose en entrevistas realizadas al equipo técnico y artístico de la película, pero también ayudándose del material filmado que se quedó en la sala de montaje, como si fuera un verdadero making-of, en él dice, entre otras muchas cosas que se portó muy bien con los niños protagonistas.
Una peli en la que el onirismo es constante, en la que podemos palpar el miedo a través de esa mirada infantil, pero un miedo sin artimañas ni efectismos, que podríamos definir como perfectamente soportable y con un personaje soberbiamente interpretado por Robert Mitchum, que es la propia encarnación del mal, que nos ofrece una buena variedad de interpretaciones psicológicas. Un mal que no descansa y que nos persigue a todas horas, como dice en una de las escenas el muchacho: ¿No duerme nunca?
Una obra maestra, una joya a lo que yo sólo le pongo un "pero", y es su final anticlimax.
ResponderEliminarFalla.
Y te deja un sabor agridulce
Seguramente tendrá más "peros", Natalia, pero cuenta con tantos "pros", que la balanza está bastante desequilibrada.
ResponderEliminarHola Trece,desde fuera de lugar mis mejores deseos para el 2012 y a todos los que participáis en este blog.Esta peli es una maravilla.Trece los psicópatas duermen poco...jejeje, es bromita.¡¡Feliz entrada de año!!. Saludos muy cordiales.
ResponderEliminarGracias Claudia. Feliz Año Nuevo para ti también.
ResponderEliminarLaughton uno de los más grandes actores. Una lástima que no dirigiera películas. Con ésta dejo constancia de su talento tras la cámara. Feliz año nuevo!
ResponderEliminar¡Feliz Año Nuevo!, Manuel.
ResponderEliminarBuena película y lástima como alguna vez hemos comentado que ya no se haga este tipo de cine, aunque claro seguro que a la nuevas generaciones este tipo de celuloide no les gustaría. Feliz año a todos los que aquí participan.
ResponderEliminarSi la hubieran hecho en estos tiempos, Rafa, ya habrían pensado en un par de secuelas a costa del predicador y lo hubieran fastidiado todo.
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