viernes, 11 de noviembre de 2016

ADIÓS A MI CONCUBINA

Dos niños, Douzi y Shitou, que con el tiempo se convertirán en Cheng Dieyi (Leslie Cheung) y Duan Xiaolou (Fengyi Zhang), viven en una escuela de actores, tras haber sido comprados a sus padres por el maestro Guan (Qi Lü), que los somete a los peores castigos y vejámenes presuntamente necesarios para que aprendan las acrobacias requeridas para el arte operístico; así como el entrenamiento en interpretación y canto para formarlos como cantantes de la Opera de Pekín. El maestro Guan consigue así un enorme control sobre ellos y los somete a una presión y exigencia tremendos, para conseguir una disciplina y entrega total a este arte.
En la Ópera de Pekín, todos los papeles, incluso los femeninos, son representados por hombres y a los niños se les entrena, desde el inicio, para que representen un determinado papel. A Cheng Dieyi le escogen para el papel de dan, la heroina, lo que le obliga a reconocer que es mujer, a lo que se niega inicialmente, pese a ser sometido a los más crueles castigos; sin embargo, por puro instinto de supervivencia, decide asumir el papel e interiorizarlo y alcanza gran maestría en la interpretación del papel de la concubina del emperador, en una ópera muy popular que lleva ese mismo nombre. Esta extrema especialización –es decir, que lo único que ambos saben y pueden hacer en la vida es ser cantantes de la opera china– subordina su vida personal. Y, en este caso, lo lleva hasta a cambiar su preferencia sexual; y, dentro de ésta, incluso a asumir un rol específico: el femenino.


La película se basa en la novela del mismo título de Lilian Lee, seudónimo de la escritora hongkonesa Li Pi-Hua, también coautora del guión.
Una de las cosas más llamativas del film, es el soberbio trabajo de iluminación, con luces sobreexpuestas e iluminación contrastada, clave esta última para mostrar la ambivalencia emocional de las relaciones entre los tres personajes principales y junto a ello, un magnífico trabajo de ambientación y vestuario, no sólo para las llamativas y coloristas escenas de ópera, sino para las más oscuras que narran el entrenamiento de los niños en la escuela. A pesar de todo ello, la película huye del esteticismo, ya que su objetivo no es hacer un canto de las tradiciones, en este caso la Ópera de Pekín, sino contar un drama que se desarrolla dentro de otra historia más amplia, la de China durante buena parte del pasado siglo, cuyos cambios políticos inciden de manera determinante en los actores de esa historia.


Con respecto al libro, el film se centra mucho en el trabajo de los artistas y, aunque relata también de manera extensa el drama que viven en sus vidas personales, sobre todo en el caso de Dieyi, no aparecen, sino de manera breve, los duros episodios que han de pasar cuando son depurados y desterrados y las burlas y palizas a que son sometidos tampoco quedan reflejadas en toda la magnitud que se aprecia en la novela.
Es un film largo, de casi tres horas, hecho con esa calma tan típica del cine oriental que a quien únicamente vaya buscando puro entretenimiento, puede hacérsele algo tediosa.




4 comentarios:

  1. Por lo que cuentas, muy divertida se ve que no es.

    Abrazo Trecce y buen fin de semana.

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  2. Y se llegaría a la conclusión, peligrosa según el estándar, de que la opción sexual se puede imponer.

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