jueves, 8 de noviembre de 2012

NASHVILLE

En Nashville se celebra un gran festival de música country y, al mismo tiempo, está programado un acto político para promover la candidatura de Hal Phillip Walker a la presidencia de los EE.UU.
Los agentes de campaña de Walker, intentan que algunas de las figuras que acuden al festival, se decidan a prestar sus voces y sus canciones para hacer campaña a favor del candidato.
Iremos conociendo a base de pinceladas la forma de pensar, los egos, las aspiraciones de toda una gama de variopintos personajes a los que mueve la busca del éxito por encima de otras consideraciones. Como tantas veces hemos visto reflejado en el cine, no todo lo que se nos presenta a primera vista resulta ser después tal cual nos pareció en nuestra primera impresión.
 
 
La película no es un musical clásico, pues las canciones están ahí porque la historia se desarrolla alrededor de un festival musical y oímos lo que cantan algunos de los personajes, porque a eso es a lo que se dedican.
Aunque las letras suelen tener su mensaje, este no tiene que ver necesariamente con lo que se nos está queriendo contar.

 
Altman nos acerca a una parte de la sociedad y del mundo norteamericano prácticamente desconocido para nosotros, ya que normalmente las películas que vemos se desarrollan en las grandes urbes de todos conocidas (New York, Chicago, Los Ángeles...), o en zonas geográficas muy concretas (California, Florida, Nevada...). Pero hay otras zonas de EE.UU. que forman parte de la nación como las que más, esas amplias zonas del interior del territorio, muchas veces identificadas (con alguna razón) con mentalidades conservadoras y un tanto paletas, que conforman tambien el sentimiento nacional de esta zona del planeta.

 
Esos lugares tienen también sus estereotipos, entre los que está la música tradicional, algo que yo comparo, salvando las distancias, con lo que pudiera ser la copla en España, sobre todo en épocas como los 40 ó 50 del pasado siglo, en los que era un género muy popular aquí y absolutamente desconocido fuera.

 
Esa situación sigue vigente en Norteamérica, al menos lo seguía cuando se rodó el film, con artistas que no conocemos para nada y que allí, en aquellos momentos podían vender tantos o más discos que cualquier estrella del rock.
Altman hace una parodia de esa sociedad del interior americano, pero por extensión de la idiosincrasia de todo el pais, una parodia que es, a un tiempo, despiadada y divertida, vapuleando por igual a la juventud de la contracultura, a los creyentes del sistema y a los cínicos que no buscan sino el lucro personal.
Rodada con un estilo que podríamos llamar naturalista, las cosas van fluyendo sin artificios, de manera que las situaciones que vemos reflejadas en pantalla parecen totalmente sacadas de la realidad cotidiana, situaciones que podríamos ver cualquier día de nuestra existencia.

 
Robert Altman resume en esta película coral, en la que cada personaje tiene su momento de gloria y lucimiento, la atribulada sociedad norteamericana de los setenta, sus cuentas pendientes y sus tristes saldos.
Música country, amores no correspondidos y disparos mortales entre el público para un film en el que podemos perdernos muchos detalles, por estar basado, pensado y dirigido para un público determinado (el estadounidense) y demasiado larga para lo que nos cuenta.

 
 
 

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