martes, 14 de agosto de 2012

ANTONIO Y CLEOPATRA (ADRIAN GOLDSWORTHY)

Tanto se ha escrito, sobre todo de la reina, que no parece probable que quedara nada por decir. Sin embargo, Adrian Goldsworthy, se atreve con el desafío de aportar su visión sobre la intensa y dramática historia de ambos personajes. En el estudio de Roma, se suele pasar de César a Octavio Augusto, dando un salto en el tiempo y obviando el periodo entre el 44 y el 31 a.C., cuando el poder de Marco Antonio creció hasta alcanzar su punto culminante. A la hora de acercarse a los personajes, el autor trata, en la medida de lo posible, de huir de los pensamientos preconcebidos y aunque, lógicamente, acude a las fuentes que tenemos y que son las que hay, procura sacar sus propias conclusiones y leer entre líneas, algo que los historiadores saben que es necesario hacer para tener una idea más aproximada de la realidad, pues siempre se ha dicho (y es cierto) que la Historia la escriben los vencedores, al menos así era y de manera muy acusada en aquellos pretéritos tiempos, en los que la corte de aduladores, por un lado y de supervivientes que debían procurar no enemistarse con el vencedor, por otro, escribían pensando más en las consecuencias que en la verdad de los hechos. Partimos pues de la base de que las fuentes más cercanas a los hechos, se deben a la pluma de autores que escriben bajo el mandato de Octavio y damos por supuesto que siempre habrá un componente de propaganda, incluso instigada por el propio emperador, que desvirtúa los acontecimientos exagerando unas cosas y silenciando otras. Todo esto lo tiene presente Goldsworthy a la hora de dibujar los retratos de los personajes. Un Marco Antonio que no demostró demasiada inteligencia y que si cae simpático es por pura contraposición con la repulsa que puede despertar Octavio. Por contra, Cleopatra, se nos muestra como culta y despierta, pero su inteligencia sigue siendo inasible. Para que nos hagamos una idea de la distancia que puede haber entre la realidad y lo que la gente común conoce de la reina, el autor nos dice que muchas veces lo que nos llega es como si vistiéramos a la actual reina de Inglaterra como si fuera Boudica. Casi todos los biógrafos recientes se inclinan por señalar que Cleopatra estaba educada en la cultura griega, no en vano su dinastía (los Ptolomeos), se consideraban descendientes de Alejandro Magno y llevaban a gala su ascendencia macedonia. De hecho, Cleopatra fue la primera de su dinastía que hablaba egipcio (uno de los nueve idiomas que se dice dominaba). Eso sí, retratándola tal cual nos resulta cotidiano verla, se refuerza el fuerte contraste entre Roma y Egipto. Los egipcios se consideraban a sí mismos como el centro del mundo, algo lógico si pensamos que cuando nació Cleopatra, Egipto ya era antiguo, tan antiguo que, de hecho, la reina está más cercana de nosotros mismos que de la época en la que se construyeron las grandes pirámides. Esta antigüedad fascinaba en cierto modo a los romanos, algo de eso debió ocurrir con César primero y con Marco Antonio después, cuando visitaron Alejandría, que por otro lado era una ciudad moderna comparada con el resto del país, pero de una grandeza inusitada si se la comparaba, por ejemplo, con la misma Roma. El libro nos desgrana los antecedentes familiares de uno y otra. La grandeza de la familia de Cleopatra, pero su dependencia casi total de la protección de Roma y el verse obligados a estar a bien a cualquier precio con los nuevos amos del mundo, incluso para sobrevivir, dado lo aficionados que eran los Ptolomeos a eliminarse entre ellos mismos. Por otro lado está Antonio, con una familia de gran nombre en Roma, pero con deudas astronómicas. Consigue remontar algo el vuelo cuando sirve a las órdenes de César, a quien interesaba tener junto a él a miembros de familias de renombre. Se da por sentado que este fue el principal motivo para tener cerca a Marco Antonio. Su única batalla importante (diga lo que diga Shakespeare) en esta época, fue Alesia y siempre bajo el mando de otro. Su trayectoria política y militar era aceptable, pero no estaba fuera de lo común. Cleopatra, por su parte, en el año 51 a.C., al morir su padre y con tan sólo 18 años, ya era reina. Combinaba su belleza (es posible que no fuera especialmente bella) con ingenio, elegancia, encanto y una personalidad interesante. Además, la exuberancia que la rodeaba aumentaba aún más esos encantos. De cualquier manera, sobre su aspecto, todo son conjeturas. Tras repasar la trayectoria de esos años, con Marco Antonio transitando por diversos puestos (augur, tribuno de la plebe…) y exhibiendo su poder con impudicia, paseándose por Roma junto a su amante; mientras Cleopatra se encuentra exiliada de Egipto, reuniendo un ejército para intentar recuperar el trono, tiene lugar la famosa batalla de Farsalia, donde Antonio mandó el ala izquierda, un puesto de honor, si bien es cierto que los movimientos decisivos se hicieron en el flanco opuesto bajo la supervisión de César. Esta es precisamente la época en la que César y Cleopatra son amantes, relación de la que tendrán un hijo jamás reconocido por el romano. Se produce la visita de la egipcia a la capital del Imperio y el Senado la confirma como reina. Como no podía ser de otro modo, César es la figura central en la parte del libro que trata estos años, hasta su asesinato. A continuación se repasan detenidamente los acontecimientos que rodean al recién formado triunvirato a raíz de la Lex Titia, las proscripciones, la muerte de Cicerón, la batalla de Filipos en la que Octavio y Marco Antonio (sobre todo este, pues aquel estaba enfermo) vencen a Bruto y Casio y el encuentro en Tarso de Cleopatra y Marco Antonio, que debió estar rodeado de teatralidad, algo que debió meditar mucho Cleopatra para impresionar a Marco Antonio y, por lo que sabemos, lo logró. La estrella de Antonio comienza a declinar, primero con la guerra contra los Partos, que acabó en fracaso y retirada y más adelante con las llamadas «Donaciones», especie de concesiones que hacía a Cleopatra y sus hijos y supusieron un gran desprestigio para él en Roma, al tiempo que proporcionaron a Octavio munición de primera clase. Para un romano tener muchas amantes era malo, pero tener una sola y parecer dominado por ella, peor aún, que para colmo fuera extranjera y de estirpe regia, era inexcusable. Así que Octavio desplegó toda una campaña para presentar a Cleopatra como un peligro para Roma, haciendo ver a la vez que la guerra que preparaba no era contra un romano (Marco Antonio), sino contra una reina extranjera. En esto fue muy hábil. Si a ello unimos que en la decisiva batalla de Accio tuvo la suficiente inteligencia como para dejar el mando de las operaciones navales a su fiel amigo Agripa, uno de los mejores almirantes que jamás tuvo Roma y que Marco Antonio no demostró el arrojo y las dotes militares que se le suponen a un senador romano, perdiendo la «virtus» cuando dejó poco menos que abandonado a su ejército, parece claro que los días de Antonio estaban contados. El desenlace de esta historia, una vez más ha sido dramatizado por la historia de una manera que no siempre responde a lo que pudo ocurrir. Se sabe que se suicidaron, no están nada claros los detalles, pero sí que este dramático final es lo que abona la fascinación que ha persistido hasta nuestros días. El libro profundiza en la idea de la poca capacidad como general de Antonio, a pesar de su imagen pública, contó con inmensos recursos de hombres y no supo utilizarlos y seguramente Cleopatra no fue la causa de su debilidad, sino más bien fuente de las pocas fuerzas que le quedaban. Cleopatra era, según piensa el autor, más inteligente que Marco Antonio y, seguramente, mucho más culta. El libro centra la atención en el aspecto histórico de la relación de ambos, en lo que se sabe y en lo que puede adivinarse. Antonio y Cleopatra no tuvieron vidas tranquilas, y en su relación hubo pasión, pero también ambición, orgullo, crueldad, dureza, celos, engaño, violencia y un componente político que no cabe olvidar. No es el libro definitivo, seguramente ningún libro lo es para ninguna historia, siempre quedan cosas por desentrañar y puntos de vista que aportar. Creo que tampoco hace aportaciones novedosas y que algunos historiadores modernos ya han apuntado todo lo que aquí se recoge. Es una obra dirigida al gran público. También al aficionado a la historia, pero sobre todo al gran público. Esto no es ninguna crítica negativa, todo lo contrario, es una aclaración. Se lee con gusto y quien no conozca los detalles de esta convulsa época de la historia de Roma, asistirá a la lucha por el poder que se sostuvo al final de la República y al nacimiento del Imperio. Quien ya conozca con detalle todas estas cosas, creo que no va a encontrar nada nuevo, pero al menos no nos encontramos con elucubraciones sobre cosas que no se saben, en ese aspecto, el autor ha actuado con la máxima honestidad.

Esta reseña se publicó, en su día, en HISLIBRIS.


6 comentarios:

  1. Trecce gracias por mostrar esta historia sobre estos personajes tan controvertidas. Yo creo que al igual que otros personajes famosos de la historia, por mucho que se haya escrito sobre ellos, en cada obra y según el autor siempre cuentan algo de lo cual se desconocía. Parece ser que todo el mundo está de vacaciones "lo digo por los comentarios" Y luego decimos que en España no se puede vivir. Como decía mí padre lo que no se puede es morir.

    Saludos Trecce.

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    1. Hoy pensaba yo algo por el estilo: Hasta la crisis se aparca para septiembre.

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  2. Oye Trecce de las versiones cinematográficas de Cleopatra ¿cuál es la mejor en tu opinión?

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    1. Yo creo que la famosísima peli de Joseph L. Mankiewicz, con Elizabeth Taylor, Richard Burton y Rex Harrison en los principales papeles, aparte de su espectacularidad, es una recreación cinematográfica bastante respetuosa con la historia aunque no se ajuste a ella al 100%.

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  3. Angelina Jolie hará de Cleopatra también, es un personaje que sigue fascinando. El libro es la prueba. Y actualmente también se están buscando sus restos en Egipto, bajo el agua o en un templo a 30 Km de Alejandría.

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    1. El personaje de Cleopatra ha ejercido una especial fascinación a lo largo de la historia.

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