martes, 15 de marzo de 2011

CERVANTES Y LA LIBERTAD

La azarosa vida del autor del Quijote, le llevó, desde muy joven al servicio de las armas. En 1570, se alistó en Nápoles a las órdenes de Álvaro de Sande, para embarcarse, más adelante en la galera Marquesa, junto con su hermano Rodrigo, para combatir, el 7 de octubre de 1571, en la batalla naval de Lepanto. En 1572 se incorporó a la compañía de don Manuel Ponce de León, del tercio de don Lope de Figueroa, dispuesto a seguir como soldado, pese a tener una mano lisiada. En 1575 embarca en Nápoles y parte rumbo a Barcelona y ya frente a las costas catalanas, la nave en la que viaja, es apresada por unos corsarios berberiscos. Los cautivos son conducidos a Argel y Miguel de Cervantes cae en manos de Dalí Mamí, apodado El Cojo, quien, a la vista de las cartas de recomendación del prisionero, firmadas, nada menos que por D. Juan de Austria, fija su rescate en 500 escudos de oro, cantidad prácticamente inalcanzable para su familia.





















Durante su cautiverio, intentó escapar en varias ocasiones, sin éxito, y al final fue liberado gracias al rescate pagado por el fraile trinitario fray Juan Gil. El 27 de octubre llega a las costas españolas y desembarca en Denia (Valencia): Su cautiverio ha durado cinco años y un mes. En 1581 fue a Orán, en misión desconocida, y luego a Lisboa, a dar cuentas al gobierno de Felipe II. Nunca le fueron recompensados sus méritos militares.
Es cierto que para casi todo hombre, hay una serie de valores que son sagrados, o casi, pero hay personas que tienen una especie de autoridad moral sobre el resto de los mortales para ensalzar o defender esos valores, precísamente porque en algún momento de sus vidas han sufrido su carencia.
Nadie mejor para hablar de paz que quien ha sufrido las desgracias de una guerra, o para defender la vida quien ha visto cómo segaban la de sus seres queridos.
Así Cervantes, cautivo en Argel, como hemos visto, pone en boca de D. Quijote estas palabras, que tienen más valor precísamente por venir de quien vienen:

"La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres"

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