lunes, 16 de septiembre de 2024

EL ARPA BIRMANA

 


Mizushima (Shôji Yasui) es un sargento del ejército japonés en Birmania durante la Segunda Guerra Mundial. Es un buen soldado y toca el arpa con frecuencia para entretener a sus compañeros. Cuando la guerra llega a su fin y el ejército japonés se está rindiendo a los británicos, estos permiten al comandante de su unidad que envíe un emisario a las montañas para intentar convencer a un pelotón que sigue combatiendo, para que deponga las armas. Con solo 30 minutos para convencerlos, Mizushima no tiene éxito (prefieren morir con honor) y los británicos atacan. Profundamente afectado por lo sucedido, se convierte en monje budista y viaja por el campo enterrando los restos de los soldados japoneses. Sin embargo, no puede reunirse con sus hermanos de armas.


El guion adapta la novela Biruma no Tategoto, del japonés Michio Takeyama, publicada por entregas en una revista para niños antes de serlo en formato libro y traducida al inglés bajo el patrocinio de la UNESCO.


Con guion de Natto Wada, pseudónimo de Yuniko Mogi, esposa del realizador Kon Ichikawa, la película es todo un alegato contra la guerra. Cuando Michio Takeyama escribió la historia en que se basa la película, las heridas de la guerra permanecían abiertas, apenas habían transcurrido dos años desde el armisticio y en ella, como lo hace el film, se obvian las crueldades del ejército japonés, para centrarse en el mensaje humanista que transmite un personaje peculiar, el capitán Inouye (Rentarô Mikuni), un hombre de exquisita humanidad que ha estudiado música y a quien cuesta imaginar impartiendo la feroz disciplina del ejército imperial. Ha transmitido a sus hombres las técnicas del canto coral y les invita a cantar para darse ánimos en los duros momentos que viven. Toda una alegoría sobre los regímenes totalitarios que tratan de borrar el individuo en pro de la masa, mientras Ichikawa nos transmite el mensaje de fe en el individuo y en los valores que muchos de ellos conservan en medio de un entorno nada propicio. Y lo hace mostrando los paisajes birmanos, con imágenes tomadas con grandes angulares y planos generales para remarcar la soledad de los protagonistas y la desolación causada por la contienda, mientras con medios y primeros planos, nos muestra el padecimiento, pero también la sensibilidad de quienes padecen tan tremenda situación y su afán por superar los malos momentos, bien a través de la música o de la solidaridad entre ellos, incluso entre ocupados y ocupantes, hasta el punto de que a pesar de la tragedia que narra, en algunos momentos se nos antoja un relato con un tono de elegía poética. 
La guerra, además de inmoral, es ridícula y absurda y el mismo Ichikawa declaró que su intención era mostrar que el hombre no es una causa perdida, pese a los horrores perpetrados en los momentos más negros de su historia.




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