martes, 9 de enero de 2024

MI CAMINO HACIA BERLÍN

 

Antes de llegar a ser canciller de la República Federal de Alemania, Herbert Ernst Karl Frahm (más conocido como Willy Brandt, el nombre que adoptó para evitar ser detectado por los agentes nazis y que sería su nombre oficial desde 1949), había sido alcalde de Berlín desde 1957 a 1966. Con una trayectoria política que le llevó desde el Partido Socialdemócrata (SPD), al más izquierdista Partido de los Trabajadores Socialistas de Alemania (SAPD), como representante del cual viajó a España en abril de 1937, en plena guerra civil española. Nada más llegar a Barcelona estalló la confrontación interna entre las fuerzas de la República y grupos disidentes, entre los que estaba el POUM con el que confraternizaba el partido de Brandt. 
El libro que comentamos, fue publicado en 1960, es una especie de autobiografía del autor, escrita de forma muy meditada para remarcar las partes que le interesan y pasar de forma breve por los asuntos que le resultan menos convenientes, pues su biografía no está exenta de ciertas controversias. Resultan especialmente llamativos los párrafos que se refieren al llamado Bloqueo de Berlín, desde junio de 1948, al 12 de mayo de 1949, durante el cual, las autoridades soviéticas cerraron el tránsito de todos los accesos terrestres de la antigua capital alemana con el territorio de lo que una año más tarde sería la República Federal. Privada de todo lo necesario para la vida diaria, la población del Berlín Occidental pudo sobrevivir gracias a que fue abastecida por el enorme puente aéreo organizado por las potencias administradoras (EE.UU., Gran Bretaña y Francia); en ese tiempo, Willy Brandt era un inquieto periodista político cercano al círculo de Ernst Reuter, antiguo miembro del Partido Comunista y, desde antes de la época nazi, militante del SPD. 
Reuter era alcalde de Berlín (no reconocido por los soviéticos) durante la época del bloqueo y Brandt nos cuenta sus esfuerzos para que las potencias occidentales no dejaran desamparada a la población del Berlín Oeste. Este episodio, hoy prácticamente olvidado por la velocidad con que se suceden los acontecimientos de la historia, supuso un punto crucial en la historia reciente de Europa, pues existía el temor bien fundado de que los soviéticos se apoderaran de la totalidad de la emblemática ciudad y los aliados occidentales no hicieran nada ante el temor de desencadenar un tercera guerra mundial. Sin embargo, gracias al esfuerzo de miles de personas, al puente aéreo que llegó a hacer aterrizar casi un avión por minuto (el 16 de abril del 49, aterrizó, en el aeropuerto de Tempelhof, un avión cada sesenta y tres segundos) cargados de vegetales y frutas secas, huevos concentrados, barriles de petróleo, toneladas de carbón, etc., que caían del cielo como un maná que ayudaba a la resistencia ciudadana que, a pesar de la ayuda, soportaba largas horas de cortes eléctricos y escasez de combustible que llevaba a las fábricas aún en producción a abrir en periodos determinados, a veces a horas intempestivas, con los obreros trasladándose a pie por la irregularidad de los transportes públicos sometidos también a la falta de combustible. Sobre todo los norteamericanos, que habían de llevar el mayor peso de la ingente misión, quedaron impresionados por la voluntad decida de Reuter y sus colaboradores de enfrentarse al desafío comunista y emprendieron la titánica tarea que fue vista más como un símbolo de la resistencia de la democracia y la libertad frente al totalitarismo soviético, que como una verdadera necesidad estratégica. 




No hay comentarios:

Publicar un comentario