lunes, 3 de diciembre de 2018

SIETE MUJERES

La acción se desarrolla en 1935, en el lado chino de la frontera entre China y Mongolia, en una misión laica cristiana, cuya sede central se encuentra en Boston (Massachussets), donde varias mujeres y un hombre, están encargadas de ayudar a la población nativa y de enseñar a los niños en la escuela que mantienen abierta. La región se halla sumida en las disputas entre los señores de la guerra
Están esperando al nuevo médico, aunque, no sin cierta sorpresa, reciben, en lugar del hombre que esperaban, a una mujer, la doctora Cartwright (Anne Bancroft) que causa cierto revuelo por su particular manera de ser, su vestimenta, su pelo corto y sus costumbres modernas, que chocan con el del resto de las mujeres, dirigidas por la señorita Agatha Andrews (Margaret Leighton).
Se declara una epidemia que dura tres semanas y además son atacadas por unos bandidos locales comandados por un tal Tunga Khan (Mike Mazurki), que las encierra en el almacén de la misión con la pretensión de pedir un rescate. La señorita Andrews sigue convencida de por su nacionalidad y por estar realizando un trabajo consagrado a Dios, los bandidos no derramarán su sangre.
Sin embargo, Cartwright manifiesta a las otras su propósito de escapar, para lo que no duda en pagar el rescate que pide Tunga Khan que no es otro que acostarse con ella. A cambio, la doctora confía en conseguir la libertad de sus compañeras de cautiverio.


El guión se basa en el relato breve Chinese Finale (Final Chino, 1936), de Norah Lofton.


A pesar de que parece un film totalmente distinto a lo que Ford nos tiene acostumbrados, en el fondo su estructura no es muy diferente a algunas otras de sus películas, incluso alguna de las más conocidas, con personajes llevados al límite, en situaciones en las que aflora lo peor y lo mejor de cada cual. Lo que ocurre es que en esta ocasión las protagonistas totales y absolutas son mujeres, con una Anne Bancroft que consigue una excelsa interpretación, bien secundada por el resto del elenco, algo que no sorprende en Ford, como de costumbre, un magnífico director de actores.
A muchos sorprende que el fascista, racista, machista y todos los adjetivos negativos que quieran ponerle, se descuelgue, en la que sería su última película, con una obra adelantada a su tiempo en la que pone en solfa algunos de los valores tradicionales de la sociedad más conservadora de su país ¿Cómo iba a tener éxito en las taquillas una película en la que se pone en duda la misma presencia de Dios?
Con unos personajes magistralmente definidos, Ford enfrenta al bien contra el mal, al conservador con el liberal, a la civilización con el salvajismo y, sobre todo, al hombre frente a la mujer. Aquí el tipo duro es ella, esa maravillosa doctora cuya manera de comportarse y de actuar es como una bofetada a las conciencias dormidas. Enfrentada, por un lado, a las costumbres pacatas e hipócritas de la directora de la misión y, por otra, a la más pura representación del salvajismo masculino, con su proceder, con su sacrificio y determinación, se irá ganando el respeto y la admiración del resto de sus compañeras y de alguno de los varones más sensibles.
Ford no esperaba que este fuera su último film, pudo haber sido cualquier otro, pero al final fue este, una película hoy casi olvidada, pero que está entre lo mejor que nos pudo legar el maestro.




4 comentarios:

  1. Me recuerda a las novelas de Pearl S. Buck, premio Nobel de Literatura, que escribió mucho sobre la vida de los chinos en época imperial.

    ResponderEliminar
  2. Magnífica película, moderna y muy bien interpretada. ¡Enhorabuena por la serie de Ford!

    ResponderEliminar