lunes, 18 de julio de 2016

LA PRINCESA PROMETIDA

Un niño que está recuperándose de una enfermedad en su cama, entretenido a base de televisión y videojuegos, recibe la visita de su abuelo, que le lleva como regalo un libro, el que su padre le leía a él y el que él leía al padre de su nieto.
Para hacer más llevadera la convalecencia del muchacho, se apresta a leerle la historia de La princesa prometida, en la que Buttercup (Robin Wright), una joven que vive en una pequeña granja de Florin, tiene dos pasiones: montar a caballo y burlarse del mozo de labranza Westley (Cary Elwes). Sin embargo, cada vez que ella le ordena algo, el responde "como desees" y Buttercup descubre que se está enamorando de él y que ese "como desees", en realidad quiere decir "te quiero".
Al no contar con medios económicos, Westley se va en busca de fortuna a América, pero el barco en que navega, El orgullo de la Reina, es apresado por unos piratas y todo el mundo le da por perdido, pues el pirata Roberts no deja supervivientes.
Cinco años más tarde, Buttercup está a punto de casarse con el Príncipe Humperdinck (Chris Sarandon), al que no ama y que se encarga de que Buttercup sea raptada, haciendo recaer la culpa sobre otros y así tener la excusa para provocar una guerra. Para llevar a cabo sus planes contrata al grupo compuesto por el siciliano Vizzini (Wallace Shawn), el hombre más inteligente de la Tierra; el español Íñigo Montoya (Mandy Patinkin), el mejor espadachín del mundo; y Fezzik (André René Rousimoff o André el Gigante), un turco gigantesco y con una fuerza descomunal.


Basada en la novela del mismo título del guionista cinematográfico William Goldman (Dos hombres y un destino), que ya había adaptado otras novelas suyas para el cine (Marathon Man), y lo vuelve a hacer esta vez, llevando bastante bien al lenguaje cinematográfico lo que antes había escrito.


Con una sugerente banda sonora de Mark Knopfler, la película se desarrolla en un ambiente onírico en el que lo fantástico tiene un papel predominante: gigantes, brujas, milagreros, espadachines, lugares encantados... Pero todo ello navegando entre la fantasía y la normalidad que le otorgan el amor de los protagonistas y la impericía y torpeza con la que se desenvuelven algunos de los personajes. El lenguaje empleado da lugar a juegos de palabras y situaciones muy divertidas. Además, contiene una magnífica escena, con un duelo a espada de los de antes.


La película es, sobre todo, un cuento, pero muy bien contado. Desde el inicio te queda claro que a nadie pretende engañar y va salpicando la narración de situaciones que parecerán absurdas a quien vaya buscando una historia al uso, pero que a quien se deje llevar, le transporta al mundo de la infancia, con esa magia que la realidad del mundo adulto te arrebata para siempre hasta que alguien como Goldman consigue devolverte a él, aunque sea durante una hora y media.
Una estupenda adaptación que conserva la magia que tiene el relato literario, con unos personajes perfilados de forma inequívoca (los buenos caen bien y los malos son odiosos), como en las narraciones clásicas que tienen un final cantado, pero cuando están bien contadas, te atrapan aunque sepas que al final va a comer perdices.




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