domingo, 19 de septiembre de 2010

LA NOCHE QUEDÓ ATRÁS

¿Qué impulsa a una persona a dejar a su hijo, aún bebé, con unos familiares para ponerlo a salvo y a despedirse de su mujer sin saber si volverá a verla, cuando tenía la posibilidad de refugiarse con ambos en un país que les acogiera?
¿Qué hace que un hombre reciba de sus superiores y transmita a los hombres bajo sus órdenes, consignas como esta: "¡No concentren sus esfuerzos sobre Hitler; obedeced la consigna; tenemos que dar nuestros golpes más fuertes contra los 'socialfascitas', el partido socialdemócrata! Ellos y sus sindicatos tienen que ser destruídos si queremos ganar a la mayoría de los obreros para la dictadura del proletariado"?
¿Cómo es posible que, con el objetivo de que la gran huelga de transportes de Berlín del año 32 triunfe, vea como inevitables situaciones como esta: "Comunistas y nazis formaron hombro con hombro en las líneas seleccionadas, en los grupos de choque y en los comités de acción. El canciller Von Papen amenazó con la ley marcial y con recurrir a la Reichswehr. Los nacionalsocialistas y comunistas contestaron con la concentración de sus grupos armados en los alrededores y suburbios de Berlín"?
¿Cómo es posible todo esto y cosas aún peores, que repugnan a cualquier conciencia normal?
Todo se debe a una sóla razón: "La causa"
Esa era la consigna, todo por la causa, todo por conseguir la dictadura del proletariado, todo por el triunfo del socialismo internacional. Lo demás no tiene importancia, las personas pasan, la causa permanece y si hay que sacrificar ideas, incluso personas, se sacrifican. Y a quien se oponga se le acusa de traidor, de cobarde, de enemigo del proletariado.
Jan Valtin, seudónimo de Richard Krebs, era hijo de un empleado socialdemócrata de la marina mercante alemana, con 14 años se afilia a la Liga de los Jóvenes Espartaquistas y participa en las revueltas que acompañaron y siguieron a la derrota alemana en la I Guerra Mundial, se embarca poco después para América (nos relata sus andanzas por Panamá, Chile, Argentina y EE.UU.). Vuelve a la inestable Alemania de 1923, se afilia al Partido Comunista Alemán y participa en acciones de contrabando, huelgas y, finalmente, en la insurrección de Hamburgo. Como correo del Komintern viajará, a veces como polizón, por el Extremo Oriente, que conocía de la niñez, y por América, donde participa en un intento frustrado de asesinato, ordenado por la GPU (la antecesora de la temible KGB), que le llevará a San Quintín durante mil días, tiempo que le sirvió, entre otras cosas, para adquirir o, al menos, aumentar considerablemente, una sólida formación, gracias a que dedicó el tiempo de prisión al estudio y la lectura, cuando se lo permitían sus obligaciones penitenciarias. Y así una constante agitación a lo largo de aquellos años, hasta la plena irrupción en escena del partido nazi y la rivalidad con él, que no excluía la colaboración para destruir la democracia burguesa, como ya queda dicho en los primeros párrafos de esta entrada.
El tono más sombrío, lo alcanza el libro al narrar la feroz lucha clandestina después de la llegada de Hitler al poder, las maniobras de los jefes comunistas y finalmente la caída del autor en manos de la Gestapo. Se salva por poco de la condena a muerte, y por orden de la GPU consigue engañar a los nazis ofreciéndose como agente suyo, si bien la Gestapo retiene como rehenes a su mujer, Firelei, y a su hijo, Jan. Una creciente desconfianza, ligada a la negativa de sus jefes (sobremanera, Ernst Wollweber, que dirigirá años después los servicios secretos de Alemania Oriental) a rescatar a su esposa e hijo, le llevará a la ruptura definitiva, tras lograr escapar del secuestro por la GPU en Dinamarca y del envío a la URSS, donde le esperaba una muerte más que probable.
El libro narra, además de los acontecimientos políticos de estos años de entreguerras, la particular historia de amor del autor y su esposa a quien él llama Firelei. Ella no es comunista, pero abraza la causa del partido para no perderle. Llegó a ser fiel hasta tal punto, que le costó la vida, aunque por su caracter de buena persona y su inteligencia, sabía muy bien las arenas que pisaba. Hay un párrafo en el libro, que nos ilustra magníficamente de cual era la idea de esta mujer sobre los tejemanejes comunistas:
"Firelei se dio cuenta de todo.
-Somos tan leales como discos de un fonógrafo, me dijo en una ocasión hablando con franqueza.
-En eso radica nuestra fuerza, contesté. Para conquistar la tierra debe haber un partido mundial sin división de opiniones en sus filas.
-Una torre Eiffel de discos fonográficos, tocando La Internacional, dijo sonriendo Firelei
".
Un libro que se lee como una novela, en la que el protagonista, como un moderno Miguel Strogoff, en vez de correo del Zar, correo del Komintern, está dispuesto a darlo todo por cumplir su misión, no sólo su vida, sino la de los seres que ama.
Desde algunos sectores se ha criticado la poca verosimilitud de esta obra y de que lo que cuenta Krebs, le ocurriera en realidad.
Para mí, lo realmente importante es que aquellas cosas ocurrieron, hubo gente que lo pagó con su vida, o con vivir tullidos o mentalmente desequilibrados lo que les quedó de ella.
Tanto los contrasentidos, las traiciones, las purgas y las mentiras del estalinismo; como los horrores, las venganzas, los sadismos y las brutalidades del nazismo en general y de la Gestapo en particular, sucedieron, están ahí y bien documentados. El caso es que Richard Krebs publicó su obra en 1941 y nadie de los que entonces tenían poder y son nombrados en el libro, lo desmintió.
Una obra que, además de otras cosas, nos hace reflexionar sobre la podredumbre de las ideologías, cuando estas son sometidas al dominio de un partido que se convierte en un rodillo infernal. Al final es lo de siempre, los que llegan arriba se olvidan de qué es aquello por lo que luchaban y se acomodan en el poder, dándose la gran vida, mientras abajo, aún quedan románticos e idealistas que siguen luchando por aquellos principios y que pagarán el pato si las cosas vienen mal dadas.

2 comentarios:

  1. joe, vaya forma de presentar un libro, no he visto ninguna mejor, cuando quiera presentar un libro recurriré a ti jejejejeje.
    Me ha llamado la atención, a ver si dentro de poco le ponen en la biblioteca y me le leo.
    Un saludo.

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  2. Si te interesa este periodo de la historia, te gustará. Además es como una novela de aventuras, se lee de maravilla y el tipo, Jan Valtin, escribía muy bien.

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