FOXCATCHER

 

Cuando Mark Schultz (Channing Tatum), medallista de oro olímpico, es invitado por el rico heredero John du Pont (Steve Carell) a su magnífica mansión para ayudarle a crear un campo de entrenamiento de alto nivel en el que preparar a un equipo de luchadores para los Juegos Olímpicos de Seúl de 1988, Schultz dice que sí inmediatamente. La razón es que allí espera poder concentrarse en los entrenamientos y evitar así que su hermano Dave (Mark Ruffalo) esté siempre encima de él dirigiéndole y tomando decisiones.

Basada en hechos reales, Foxcatcher cuenta la oscura y fascinante historia de la improbable y finalmente trágica relación entre un excéntrico multimillonario y dos campeones de lucha libre. Impulsado por la creciente paranoia de Du Pont y la alienación de los hermanos, el trío se ve abocado hacia una tragedia que nadie podría haber previsto.

El tema del deporte, del deporte minoritario, en este caso, es una excusa para ver en escena a tres personajes que representan tres formas de ser. Un hombre seguro de si mismo, respetado en su profesión y amante de su familia; otro inseguro, influenciable y solitario y el tercero, un perturbado, un potentado que ha heredado su imperio, víctima de una madre exigente que le considera una especie de fracasado, emocionalmente dudoso, quizá asexuado u homosexual reprimido y que, no conforme con su riqueza económica, busca el reconocimiento social y el cariño de una amistad. Este último es claramente el personaje más complejo, alrededor del que giran los acontecimientos que Bennett Miller desgrana con parsimonia, incluso con lentitud, cuyo final, aunque no deje de sorprendernos, intuímos, no en la forma, pero sí en el sentido de que algo va a ocurrir por culpa de una relación turbia y con poco o ningún futuro. 

Una cinta que se sale de los parámetros del biopic o de la mera reconstrucción testimonial de unos acontecimientos verídicos con sendas interpretaciones que brillan a gran altura.