Tristana (Catherine Deneuve), una jovencita que acaba de perder a su madre, va a ser acogida por Don Lope (Fernando Rey), un don Juan de pasado ilustre que intenta mantener las apariencias a pesar de que no pasa por los mejores momentos económicos.
A pesar de ello, como quiera que se considera un caballero, se hace cargo de Tristana porque así se lo prometió a su madre en su lecho de muerte.
D. Lope se considera a sí mismo como un hombre de honor, a pesar de haber tenido numerosos enfrentamientos con maridos y amantes a causa de su afición a las faldas.
Aunque al principio la trata como a una hija, no tarda en comenzar a mirar a Tristana con otros ojos, hasta que consigue, prevaliéndose de su posición, que ella le conceda sus favores, algo que quedará marcada a la chica el resto de su vida.
En uno de los paseos que da por la ciudad, acompañada de Saturna (Lola Gaos), la criada de D. Lope, que se ha convertido en su única confidente, Tristana conoce a un joven pintor llamado Horacio (Franco Nero), con el que acaba huyendo de la ciudad, a pesar de la oposición de D. Lope.
Al cabo de los años, Horacio se presenta ante D. Lope para comunicarle que Tristana está muy enferma, que se siente en peligro de muerte y que desea acabar sus días en casa del que aún es su tutor legal. D. Lope, que la ha echado mucho de menos en ese tiempo, accede encantado, prodigándole cuidados sin tasa, hasta que el médico le comunica que si le amputan la pierna, ella podrá sobrevivir. Así lo hacen y, aunque salva la vida, Tristana nunca volverá a ser la de antes.
Basada en la novela del mismo nombre de Benito Pérez Galdós.
Era la segunda vez, tras
Nazarín, en la que
Buñuel se acercaba a su admirado
D. Benito, para hacer una película sobre una de sus obras, un proyecto este, largamente acariciado por el director de Calanda, desde los años 50 estaba buscando la manera de llevar la novela a la pantalla y cerca estuvo en 1963, pero era demasiado pronto para que las autoridades españolas lo permitieran, todo lo contrario, se opusieron al rodaje de una película que consideraban peligrosa, así que hubo de esperar hasta 1970, para conseguir su objetivo que no se vio libre de polémica, sobre todo tras el escándalo de
Viridiana.
También la novela de Galdós estuvo prohibida en su momento, así pues llovía sobre mojado.
El libro del canario, hace sobre todo hincapié en la condición de opresión en que vive la mujer, algo que queda reflejado de soslayo en el film a través de alguna frase del protagonista (la mujer honrada en casa, con la pata quebrada) y de su oposición a que salga a pasear por la ciudad ella sola (aunque esto se puede interpretar como un síntoma de posesión sexual). Sin embargo hay otros aspectos del texto galdosiano que interesan más al cineasta: el anticlericalismo, las diferencias sociales, la crítica a la sociedad provinciana...
Con fotografía de José F. Aguayo, con su hijo como ayudante, que opta por tonos oscuros y fríos y ofrece algunos logrados encuadres de Toledo, sus calles y monumentos y una ambientación exquisita que recuerda los mejores films europeos (ingleses, franceses o italianos), son de destacar las interpretaciones, sobre todo de los dos protagonistas y de Lola Gaos. Fernando Rey nos ofrece, seguramente la mejor interpretación de su vida, con momentos realmente para el recuerdo y Catherine Deneuve, la musa de Buñuel, que pone al servicio de su papel esa belleza fría y distante que caracteriza a la actriz francesa.
La crítica al analizar la película, saca una y mil conclusiones sobre el simbolismo de ciertas secuencias (la boda, rodada como si fuera un funeral, etc.), pero a mí me parece que es quizá la película de Buñuel más fácil de entender y con menos metáforas. Apenas acude a escenas surrealistas, fuera de la cabeza de Don Lope colgando de la campana a modo de badajo, todo está claro para el espectador y sí que es cierto que la última parte del film, está plagada de elementos fetichistas pero, repito, todo está bastante claro y contado de forma explícita y con unos personajes perfectamente delineados. Don Lope que en un mundo donde la burguesía comercial, financiera e industrial y los profesionales liberales, han tomado el timón, representa a una nobleza fuera de sitio que defiende unos códigos de conducta que le llevan, al menos de palabra, a defender al débil frente al poderoso y que huye del trabajo como de una plaga; y Tristana, la mujer que con la virginidad pierde, no sólo la inocencia corporal, sino que deja de ser una niña, para convertirse en un ser despechado que ha sido obligada a someterse a quien veía como a un padre.
Con unas cuantas escenas memorables, yo me quedo con un par de ellas, aquella en la que Don Lope llega al café y se une a la tertulia de cotillas ociosos que representan a esa sociedad provinciana hipócrita y criticona y aquella otra en que los curas están tomando el chocolate con picatostes en casa del noble, como cuervos que huelen la muerte.