Frank Johnson (Ross Elliott) es testigo de un asesinato mientras pasea una noche a su perro. El inspector Ferris (Robert Keith) le pide que declare ante el gran jurado, pero Frank decide huir para evitar posibles represalias. Su mujer, Eleanor (Ann Sheridan), piensa que en realidad huye de un matrimonio fracasado y obtiene la ayuda de un periodista, Danny Leggett (Dennis O'Keefe), para localizar a su marido. Pero ellos no son los únicos que le están buscando.
El guión adapta un relato de Sylvia Tate.
La protagonista de la película es la esposa del hombre que ha huído (una espléndida Ann Sheridan en uno de los últimos papeles de su carrera), ella busca a su marido, pero también busca recuperar una relación que creía perdida y que se va dando cuenta, a medida que transcurren los acontecimientos que, en buena parte, es achacable a ella que no ha sabido o no ha querido entender a su esposo, un hombre que la ama y del que va descubriendo, conforme se entrevista con gente que lo trata, que es una persona de la que apenas sabe nada.
Una de esas películas que de Serie B solo tiene el apelativo y el presupuesto, pues Norman Foster nos ofrece una lección de buen cine con economía de medios y muchas escenas exteriores que nos muestran una parte de la ciudad de San Francisco. Sin rodeos y yendo al grano del asunto, nos encontramos metidos en una intriga que, hacia la mitad del film, gracias a una memorable escena en la que volvemos a ver el encendedor que hemos visto al principio (una imagen que utilizaría el maestro Hitchcock un año más tarde en Extraños en un tren), descubrimos quién es el asesino y el suspense se adueña del relato.
Quizá lo peor sea el atropellado final que me ha resultado fallido por la manera de narrarlo y que llega inmediatamente después de unas escenas de gran calidad que transcurren en un lugar tan recurrente como es una especie de parque de atracciones y en la playa de la ciudad en plena noche, escenas nada fáciles de montar y que requieren también saber manejarse con soltura a la hora de iluminarlas, resueltas con maestría y con algunos ángulos de cámara muy llamativos. De cualquier modo estamos ante un film de esos que sigues con interés y, como quiera que apenas dura 77 minutos y el argumento no es nada complicado, resulta de lo más agradable para ver.