Ya hemos hablado alguna vez de los voluntarios extranjeros que combatieron en la Guerra Civil Española, hoy lo vamos a hacer de los irlandeses encuadrados en la XV Bandera de la Legión.
Voluntarios irlandeses hubo en ambos bandos, en el republicano, integrados en las Brigadas Internacionales, una de las tres compañías del famoso Batallón Lincoln, estaba compuesta por combatientes irlandeses y cubanos. En el bando nacional, formaron su propia unidad y vamos a contar someramente la historia de su aventura española que comenzó a fraguarse en agosto de 1936, apenas un mes después del llamado Alzamiento.
El general Eoin O'Duffy, es un veterano de la guerra de la independencia, durante la cual se destacó al lado del legendario
Michael Collins, atraído por la idea de contribuir directamente a la lucha contra el comunismo, O'Duffy escribe a varios periódicos para expresar su convicción de que Franco "está defendiendo las trincheras de la Cristiandad" y, de paso, sugiere la posibilidad de reclutar un cuerpo de voluntarios. El eco es inmediato y de todos los condados afluyen cartas de aprobación por centenares. Muchos jóvenes se declaran dispuestos a marchar. Al general le gusta referirse a los soldados de la
Invencible que vinieron a prestar socorro a Irlanda y también a los innumerables irlandeses que sirvieron al Reino de España, así los generales O'Donnell, O'Shea y O'Reilly, sin olvidar al arzobispo de Cashel, el Colegio irlandés de Salamanca y la Iglesia de los Irlandeses en Madrid. Por estereotipado y sentimental que pueda parecernos hoy, este lenguaje no deja al público irlandés indiferente.
Sin embargo, el empeño, no va a resultar fácil, el parlamento irlandés vota una ley que prohíbe a todo ciudadano irlandés que se aliste en España bajo pena de una multa (hasta 500 libras) y de encarcelamiento (hasta dos años). En Gran Bretaña el asunto también causa revuelo: invocando el Pacto de no-intervención, algunos diputados -los señores Manders, Roberts y Gallacher- exigen resueltamente que se impida a los voluntarios que salgan desde puertos ingleses. Estas dificultades no impresionan al general O'Duffy. Seis mil personas ya han respondido a su llamamiento y la Iglesia Católica le apoya casi oficialmente. Se sabe que miembros del IRA ya combaten con los rojos y, por eso, el argumento de la no-intervención resulta poco convincente. Lo que se conoce del bando republicano más bien sirve a la causa del general O'Duffy. Según el parecer del capitán McGuinness, quien desertó del bando republicano y volvió a Irlanda, "el gobierno de Madrid es 100% rojo y violentamente hostil a la Iglesia Católica" y "cada irlandés que combate o defiende este régimen, defiende al enemigo de su Fe" . Por el contrario, la iniciativa de O'Duffy parece estar en armonía con las convicciones profundas del católico pueblo de Irlanda y las aspiraciones de su clero.
Ante las dificultades para hacerse con un transporte, será finalmente Juan de la Cierva, uno de los hombres de Franco en Londres, quien con la ayuda de Nicolás Franco, solventará el asunto alquilando el barco "Domino". El día 16 de octubre de 1936, cerca de Waterford, el primer contingente deberá embarcar con destino a España. Sin embargo, una contraorden del propio Franco, aplaza sine die la operación. Contrariado, pero no desanimado, O'Duffy viaja a España para conocer los motivos de esta decisión y Franco, con el que se entrevista en Salamanca, le dice que los soviéticos están buscando una disculpa para denunciar el pacto de no intervención e intensificar su ayuda a los rojos. Invitado por Franco, visita varias posiciones del frente de Madrid y en Toledo se entrevista con cardenal Gomá. A su regreso a Salamanca, se le comunica que dada la afluencia continua de franceses y rusos a la zona republicana, el general Franco autoriza la venida de los voluntarios irlandeses.
O'Duffy regresa a Irlanda y el 8 de noviembre reúne a sus coordinadores a quienes pide que movilicen de nuevo a los que todavía quieren salir. Alistados por la duración de la guerra o por seis meses, los voluntarios formarán una o más banderas del Tercio; cada bandera se compondrá de unos 800 hombres, o sea 4 compañías; con excepción de los oficiales de enlace, los mandos serán irlandeses. Según el acuerdo firmado con Franco, los irlandeses nunca tendrán que enfrentarse con los vascos, y podrán conservar sus normas propias. Médicos, capellanes, incluso cocineros serán irlandeses
Para el traslado en España, O'Duffy decide que se utilizarán las líneas existentes. Los voluntarios saldrán de Dublín para Liverpool y de ahí proseguirán hasta Lisboa con enlace semanal. El resto del viaje se hará por carretera. Los hombres viajarán de paisano, cada uno comprará su billete, y sólo en España se alistarán de manera individual. El 13 de noviembre de 1936, una primera decena de voluntarios sale de Dublín, una semana más tarde, el general O'Duffy acompaña a un segundo grupo; el 27 de noviembre, un tercer grupo de 84 voluntarios sale de Dublín; antes de que su barco zarpe del puerto, Monseñor Byrne, deán de Waterford, les ha remitido rosarios y Agnusdei. Evocando la partida en su homilía dominical, Monseñor Ryan declara: "Han salido para tomar parte en la batalla de la Cristiandad contra el comunismo. Muchas dificultades les esperan y sólo los héroes pueden emprender tal combate". El 4 de diciembre, 100 hombres más salen de Dublín y dos días después, otros 500 se embarcan de noche en un buque que ha venido de España, secretamente reunidos en Galway y llevados a alta mar por un barco irlandés (el "Dun Aengus"), estos hombres atraviesan un temporal antes de acceder al buque español. Desembarcados en El Ferrol y llevados a Salamanca, siguen hasta Cáceres, donde radica el cuartel de la tropa irlandesa que se somete a una preparación intensiva bajo mando del capitán Capablanca. La unidad que conforman se llama "XV Bandera de la Legión" y recibió el apodo de "La católica". Lleva el uniforme del Tercio (con arpas célticas en las solapas).
Prevista para la noche del 6 al 7 de enero de 1937, la travesía siguiente no tendrá lugar. A la hora fijada, más de 700 voluntarios, que deberían formar la bandera de relevo, se presentan en Passage East y esperan en vano al buque español que debía transportarles. Requerido en el último momento para tomar parte en una operación naval cerca de Málaga, el navío no arribará.
En Cáceres, los irlandeses son objeto de innumerable atenciones: El coronel Luis de Martín Pinillos, gobernador militar, manda izar la enseña irlandesa sobre todos los edificios públicos de la provincia, e interpretar el himno irlandés en las ceremonias oficiales. El Obispo permite que durante los oficios, a los que asisten regularmente, se despliegue el estandarte de la brigada. El 3 de enero, el coronel Pinillos invita a todos los oficiales a visitar el monasterio de Guadalupe. Enarbolando banderas irlandesas, la pequeña localidad cacereña acoge de manera triunfal a los irlandeses y el Prior del monasterio les habla con mucho afecto. Algunos días después, la Bandera desfila para celebrar la toma de Málaga, y el 6 de enero, el mismo general Franco viene a pasar revista.
El 16 de febrero de 1937, la Bandera irlandesa recibe la orden de marchar que tanto esperaba. El destino es Ciempozuelos, donde 635 hombres de la Bandera irlandesa participarán en la Batalla del Jarama.
El 17 de junio de 1937 a las 10 de la tarde, el "Mozambique" se hace a la mar en Lisboa, a bordo viajan los supervivientes de la XV bandera, solo se quedan en Cáceres 8 heridos intransportables y dos enfermeras (MacGorisk y Mulvaney): para los irlandeses, la expedición a España ha terminado.
Constituida por personas privadas, desprovista de dinero y desaprobada por su gobierno, la brigada irlandesa no desempeñó un gran papel militar durante la guerra. Su presencia fue sobre todo simbólica. Como ha escrito O'Duffy: "Diez mil irlandeses habían contestado a mi llamamiento, pero no pudimos llevarles a España. No teníamos buques. A la inversa de lo que ocurría en Italia, en Alemania, en Francia y en Rusia, no teníamos ningún apoyo del gobierno; y a España le faltaban navíos". 15 muertos y decenas de heridos, dan fe de la presencia de estos hombres que, en palabras de nuevo del propio O'Duffy "eran verdaderos cruzados que dejaban casas confortables… No eran mercenarios sino idealistas. Para cada uno de ellos, ir a España era un verdadero sacrificio, y todos volvieron más pobres que antes"