Richard Stark, uno de los muchos seudónimos de Donald Edwin Westlake, guionista y escritor estadounidense, nominado a un Oscar de Hollywood como autor del Mejor guion adaptado por la película de 1990
Los timadores, basada en una novela de Jim Thompson.
Dicen quienes han seguido la obra de este autor que cada uno de los seudónimos que utilizaba Westlake, responden a un estilo (personajes más duros o más amables, historias con más o menos humor, etc.).
Este que nos ocupa es el segundo libro de la serie Parker, el primero fue "El cazador", en el que Parker resulta herido por su esposa y es perseguido por "La Organización" (se supone que la mafia), así que decide cambiar de cara, para lo que recurre a los servicios del doctor Adler, un antiguo militante de izquierdas al que su pasado político ha estigmatizado y se dedica a ejercer su labor de cirujano plástico con gente al margen de la ley.
La novela nos cuentas dos historias, la primera es un atraco a un furgón blindado que ya ha sido parcialmente planificado cuando uno de los atracadores acude a Parker para que se una al grupo y acaba tomando el liderazgo de la operación. Habrá unas cuantas complicaciones alrededor de los participantes en el asalto, sobre todo con la informante, una camarera de nombre Alma, convencida de que su amante Skimm va a ser su chivo expiatorio y que éste le ha encontrado algunos otros tontos para que hagan el trabajo pesado, momento en el que tiene la intención de quedarse con todo el botín y largarse. Claramente no sabe con qué clase de tipo se las va a jugar cuando aparece en escena Parker, que lidia con la traición de Alma con mucha facilidad. Ella pensó que era alguien que podía salirse con la suya en algo así, y ese es el último error que comete.
Westlake hace un uso detallado y preciso de los lugares geográficos en que se desarrolla la acción (carreteras, parajes, pueblos y ciudades...). Seguramente para el lector ajeno a la zona (yo, por ejemplo), pueda resultar un tanto lioso, pero al leer la novela me he imaginado al lector norteamericano que conozca un poco el territorio disfrutando con detalles del tipo de que los de Nueva York no se llevan muy bien con los de Nueva Jersey o que si toman el dinero cerca de Perth Amboy, pueden llegar a Staten Island muy rápidamente, cruzando la frontera estatal.
La segunda historia que nos cuenta se refiere al asesinato del doctor Adler. Aquí entra en juego un personaje que da mucho juego: Stubb, el chófer del cirujano, un tipo sonado, hasta el punto que su cerebro funciona con lentitud y dificultad. Antiguo militante del partido comunista norteamericano, el médico le dio trabajo al caer la organización y se muestra leal al extremo con su patrón, incluso después de su muerte. Calcula que el asesino es uno de los tres pacientes a los que Adler proporcionó nuevas caras en el último año, que ha querido deshacerse de la última persona que puede vincularlo con su antigua identidad. Stubbs está satisfecho con la coartada de Parker, pero hay un problema: si encuentra al asesino y él mismo muere, la cocinera del médico, May, denunciará a todos estos tipos, incluido Parker. Se impone ir a visitar a May para aclarar las cosas y que Stubb le diga que Parker no es el asesino, pero éste está dedicado por completo al atraco y decide encerrar a Stubb en una granja abandonada hasta que acabe el asunto del robo. Cuando Stubb consigue escapar de su encierro y continuar la búsqueda del asesino del doctor, las cosas se complicarán para Parker. El caso es que el protagonista logrará salir del atolladero, pero no del todo limpiamente, de manera que todo queda abierto para una nueva entrega y como la novela resulta dinámica e ingeniosa y el personaje muy atractivo, uno se imagina a los lectores de la época preguntando al librero: ¿Salió ya nueva aventura de Parker?